𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 ⁴⁵𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑎 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒

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[Canción de capítulo; Kodaline - Wherever You Are]

Cuando las cosas se pongan difíciles en el mundo.

Iré a donde sea que estés.

Correré a ciegas por la oscuridad.

Donde quieras que estés, juro que ahí estaré. 

Cuando sentí que todos cruzaron la puerta, fue un inmenso alivio

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Cuando sentí que todos cruzaron la puerta, fue un inmenso alivio.

Absolutamente todo me dolía, cada uno de mis huesos, mi espalda, ya incluso no podía moverme. Observé tirada en el cemento aquella puerta, esta se había cerrado hace algunos instantes, dándome a entender que por fin todos pudieron cruzar. Ya no había vuelta atrás, ganamos, ellos ahora eran libres.

Quise llorar de la alegría, era un sentimiento inexplicable, lo logramos, cumplimos parte de nuestra promesa, ellos estaban en paz donde quiera que ahora estén.

Era algo sumamente raro, porque no había nadie más que yo y los hombres que ahora estaban entrando. Pero yo seguía escuchando la voz de Carol, mis ojos luchaban por no cerrarse, lo recuerdo muy bueno.

Era ella diciéndome que no me durmiera, que estaba conmigo, aunque ya no la podía ver.

No había heridas expuestas en mi cuerpo, no había ni un solo rastro de sangre. Sin embargo, supe de inmediato que algo estaba mal en mí, aunque no pudiera verlo, todo mi interior ardía, por lo menos tendría que tener roto algún hueso roto.

El ardor era como si me estuvieran apuñalando una y otra vez, arrastrarme era todo era una odisea. Era un infierno incluso llorar, quería que todo acabara, pero me estaba negando a dormirme.

Estaba segura que podía escuchar las voces de las chicas, incluso de Azael, todas sonaban lejanas, miraba a los costados, pero no podía ver a nadie. Yo los sentía conmigo, juro que es así, ellos estaban ahí.

Todo se me hacía borroso, veía horrible.

Vi sus chaquetas, los escuché hablar, de pronto había varias luces rodeándome. Agradecí que por fin llegaran, ya casi no podía resistir. Eran alrededor de cuatro personas que al verme corrieron a prestarle atención.

—¿Cómo te llamas preciosa? — preguntó una mujer de cabellos rubios, vi una sonrisa tranquila en su rostro.

Abrió el botiquín mientras el otro hombre de barba acomodaba la camilla. No pude contestarle de inmediato, los observaba en silencio, más que nada desorientada.

—Selina...—pronuncié luego de unos minutos.

—Bien Selina, yo me llamo Valentín y venimos a ayudarte. —Su voz me hizo calmarme—Necesito que te quedes quieta ya que te vamos a examinar, ¿bien linda?

𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐀𝐢𝐠𝐧𝐞𝐫 ▪︎ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora