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Esta vez Seungyeon se disponía a visitar a Sorn con un motivo diferente. No era como las veces anteriores, en las que, estando borracha o sobria, solo se juntaban en las noches o en las tardes para tener sexo y después marcharse y reencontrarse hasta la próxima ocasión.

Seungyeon había asumido, no sin innumerables conflictos internos, su enamoramiento hacia esa chica de la que apenas sabía que se llamaba Chonnasorn Sajakul y que era tailandesa. Se habían conocido, hacia poco tiempo, poco en un club nocturno. Ambas chicas se despertaron en un hotel desconocido en la misma cama y desnudas; aunque no recordaban absolutamente nada de lo ocurrido, sabían que habían tenido una noche muy alocada entre las dos. Sorn le pidió a Seungyeon su número telefónico para poder contactarla y volver a tener encuentros de ese tipo, y la mayor aceptó encantada.

Aunque fácilmente se habían visto 30 veces posteriores a esa, ambas no sabían absolutamente nada de la contraria. Sorn era muy reservada y su rostro siempre mostraba un aire de indiferencia y desinterés en todo a su alrededor. Aunque la coreana desde un principio sintió cierto interés en conocer un poco más acerca de la tailandesa, ésta no parecía estar dispuesta hablar más de lo necesario con Seungyeon.

Seungyeon disfrutaba de los encuentros con Sorn, y no quería estropear aquella relación únicamente sexual con algún tipo de sentimentalismos. Tampoco quería ahuyentar a Sorn con sus preguntas ni hacerla sentir incómoda, por ello nunca insistió en inquirir un poco más de ella.

Pero los sentimientos nunca piden permiso para aparecer, y Seungyeon comprobó en carne propia eso. Se dió cuenta de que el cuerpo de Sorn no solo la enloquecía, si no que acariciarlo hacia sentir una extraña sensación de júbilo y conmoción inexplicable. Se dió cuenta de que su piel era la más cálida y suave que sus manos habían acariciado, que sus besos eran los más preciosos y los únicos que la hacían sentir feliz. Ya no disfrutaba del sexo con otras chicas, sino que solo anhelaba recibir una llamada de Sorn citándola. También se enteró de que adoraba abrazar el cuerpo de Sorn cuando terminaba la anhelada sesión y llenar su espalda de tiernos besos y sentidas caricias.

No existía una justificación para los crecientes sentimientos que invadían el pecho de Seungyeon con rapidez, sin embargo no podía evitarlo. En tan poco tiempo, y por supuesto, habiéndose reprochado mil veces la tontería de haberse enamorado estúpidamente de una desconocida, y después de haber intentado deshechar esos sentimientos de su corazón innumerables veces, admitió, por fin, que amaba a esa chica.

Así que simples sesiones de sexo sin sentimientos dejaron de llenarla totalmente. Estaba dispuesta a confesar sus sentimientos, y a arriesgarse a quizás sufrir el rechazo de ella, o ser correspondida.

Estaba nerviosa como el demonio, incluso angustiada, pero Seungyeon siempre fue una chica segura de sí misma. Temía ser despreciada por supuesto, pero una parte de sí le tranquilizaba convenciéndola de que probablemente la tailandesa, muy a pesar de su indolencia y indiferencia hacia ella, correspondía sus sentimientos.

Tocó la puerta del departamento de Sorn y acomodó su chaqueta, quería lucir seria y segura. La puerta se abrió y dejó ver a la tailandesa, tan preciosa cómo siempre y algo sorprendida.

Vaya, no te esperaba por aquí— dijo al verla.

Lo sé, no avisé que vendría. Pero quiero hablar contigo sobre algo— a pesar que Seungyeon trataba de utilizar un tono de voz lo más sutil posible, éste siempre se volvía dócil y débil cuando hablaba con Sorn.

La menor sonrió y pasó sus brazos al rededor del cuello de Seungyeon y aproximó su rostro hasta rosar sus labios.

¿Porqué no dejamos las palabras para después?— dijo dando besos sobre los labios de Seungyeon.

CLC One Shots [SMUT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora