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Las estaciones iban pasando, al igual que los meses, y la amistad entre Hyunjin y Jeongin poco a poco se iba haciendo más fuerte.

Hyunjin sentía cierta atracción por el menor, era algo que no sentía con sus otros amigos o amigas. Tenía la necesidad de abrazarlo y darle la mano siempre que pudiera; de defenderlo de cualquier cosa por mínima que fuera. Sabía que con seis años poco podía hacer para defender al menor de un mal mayor, pero por él estaba seguro que podía hacer cualquier cosa o, al menos, intentarlo.

De hecho, debido a lo sobreprotector que era Hyunjin con Jeongin, su amiga Ryujin estaba empezando a ser un poco mal vista a los ojos del pelinegro. No le hacía mucha gracia que ella siempre dijera cosas malas sobre el menor simplemente porque Hyunjin pasaba más tiempo con él, que con ella.

Debido al comportamiento que había comenzado a tener Hyunjin al estar cerca del menor, todo había empezado a cambiar en su entorno, bueno, más bien, en su madre. Lastimosamente, no había cambiado a mejor.

Y, lo que haría que varios meses después se detonase una bomba en la casa de los Hwang, se manifestaría a escondidas, lejos de los ojos de sus padres, un día veinte del mes de marzo.

Ese día ambos niños se encontraban juntos, y aunque eso fuera normal en ellos, hoy era un día especial, pues Hyunjin cumplía ya siete añitos y lo iba a celebrar con muchos de sus amigos de clase y, por supuesto, con su querido y adorado amigo Jeongin. El pelinegro estaba emocionado, correteando por toda la casa de arriba hacia abajo, esperando ansioso a la llegada de todos sus amigos, pero aún más impaciente de que la noche cayera, ya que su madre había dejado quedarse a cenar a Jeongin y podría pasar más tiempo con él que de costumbre.

–Hyunjin, ¿Ya estás preparado? –La voz de su madre se escuchó desde la cocina. Ella estaba concentrada intentando terminar de decorar el pastel que haría para su hijo. Había estado mucho tiempo practicando la receta y está vez, por fin, le había salido bien.

–¡Sí, mamá! –Salió veloz de su habitación, llegando rápidamente a la cocina. Su madre lo miró, sonriendo al ver la felicidad más pura en el rostro de su hijo.– ¡Seguro que vienen todos! Estaban muy emocionados de que les hubiera invitado.

–¡Claro! –Dejó lo que tenía en las manos sobre la mesa, y se giró para quedar frente a su hijo. Agarró sus mejillas con suavidad y movió su cabeza de un lado a otro, provocando el ceño suavemente fruncido del menor, que se mantenía con los ojos cerrados.– seguro que os lo pasaréis muy bien. –Arrugó la nariz con cariño y beso la frente de su hijo.

–¡Además viene Jeongin! –El menor abrió los ojos, y sus sonrisa se hizo más grande, consiguiendo que la sonrisa tan sincera de su madre se volviera más tensa, aunque el pequeño no lo notó.

A su madre cada vez le parecía peor idea el hecho de que Hyunjin pasara tanto tiempo con aquel niño, aunque sabía que era muy tonto sentir eso, al fin y al cabo, solo son niños y hacen cosas de esas, ¿No? Cosas de niños. Hyunjin siempre fue muy cariñoso, no debería extrañarle la forma en la que trata al menor.

–Sí, cielo, también viene Jeongin. –Soltó sus mejillas con delicadeza, llevando las manos bajo los brazos del pelinegro, alzándolo.– y luego mamá te dará tu regalo.

–¿Regalo? –Sus ojitos brillaron con intensidad. ¡Él adora los regalos! Los regalos de su mamá siempre son los mejores. Pasó los brazos alrededor de su cuello y la abrazó con fuerza.– ¡Gracias, mami! Te quiero mucho.

–Y yo a ti. –Respondio ella, acariciando con cariño la espalda de su precioso hijo. El timbre sonó, rompiendo el momento tan tierno que las palabras y acciones del pequeño habían creado.– Seguro que son tus amigos, Jinnie, vamos a abrirlos. –Le dio un sonoro beso en la mejilla y lo posó en el suelo. En cuanto los pies del niño tocaron la superficie de madera, comenzó a correr hacia la puerta, causándole una carcajada a su madre, que lo siguió lentamente.

Just a little kiss || HyunIn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora