Just a little kiss || HyunIn

30

Fue una noche dura, y bastante pesada. Literalmente no pudo cerrar los ojos en ningún momento. Las lágrimas no detenían su labor de empapar sus mejillas, y el aire parecía negarse a entrar con normalidad hasta sus pulmones. Le temblaba el cuerpo, le latía veloz el corazón, y si en algún momento sintió algo de dueño, este se había esfumado con la intención de no volver.

Chan no tardó mucho en ir a por él, estaba furioso, y preocupado, aún sin saber por qué el adolescente se encontraba en aquella situación tan lastimera. Cuando por fin lo pudo ver, y no solo escuchar su entrecortada voz a través de un aparato, sintió como algo dentro suyo se derrumbaba.

Nunca había visto a Hyunjin llorar, al menos no así. Siempre había presenciado como este trataba de esconder lo mejor posible todos sus sentimientos, tanto buenos, como sobretodo malos. En los últimos meses, hasta aquella noche, el menor evolucionó de una forma sorprendente. Se mostraba más alegre, admitía que a veces no se encontraba del todo bien, y se permitía quejarse, o incluso hacer bromas.
Estaba dejando salir sus lados más débiles, solo con la idea de mejorar como persona. Le ponía empeño para salir de ese hueco, y no pretendía rendirse o tirar la toalla.

Sin embargo, aún con todo eso, Hyunjin seguía estando asustado del mundo, y de si mismo, por lo que acciones, como llorar, no le salían de forma natural; imaginando que así crearía un escudo a su alrededor que impidiera cualquier daño que algo, o alguien, quisiera ejercer sobre él. Por eso mismo, Chan sintió más pánico, al ver como el azabache no contenía su dolor y sufrimiento, como no trataba de retener su desconsolado llanto, y había dejado caer todos los muros que le rodeaban.
Se veía indefenso, asustado, y roto. No decía qué le había ocurrido, ni si quiera abrió la boca cuando los dos se metieron en el taxi, lo único que salía de sus labios eran sollozos, y jadeos. En ocasiones parecía querer detenerlo, pero eso no duraba más de medio segundo, antes de que otra nueva tanda de saladas lágrimas hiciera su recorrido por sus pálidas mejillas.

–Quedate en mi cama –Murmuró Chan cuando ambos ya hubieron llegado a su apartamento.–, la habitación de invitados no está arreglada, y no te pienso dejar dormir en el suelo. –Contaba, mientras se acercaba a uno de los armarios que se situaba en una de las esquinas de aquel pequeño lugar, dispuesto a sacar el colchón hinchable que él utilizaría.– Yo estaré en el suelo, a tu lado, por si necesitas cualquier cosa. Te presto un pijama, están en el segundo cajón del armario, escoge el que quieras.

–Y-yo no-yo no quiero ser una molestia, Chan –Negó el azabache, gesticulando con las manos. Su voz estaba rota, y sus cejas fruncidas en un gesto triste. El mayor dejó de lado lo que hacía, para prestarle atención al alto.– Suficiente que me hayas ido a recoger, puedo dormir en el sofá si quieres o... No sé. Siento que tengas que verme así, Dios, esto es un desastre. –Llevó sus temblorosas manos hacia su cabello, revolviendolo angustiado mientras bajaba la mirada al suelo, con la cabeza saturada de los recuerdos de hacía una hora.

Chan se quedó tieso, aún sin poder relajar sus sentidos de alerta. Estaba entrando en pánico, y ese sentimiento solo crecía cada que más vueltas le daba al asunto en su cabeza. ¿Por qué Hyunjin estaba ahí con él? ¿Qué hacia fuera de casa? Él no puede salir, su madre se lo tiene prohibido.
Pero ella no lo está llamando. Tampoco Hyunjin parece inquieto, o ansioso por volver a casa, aterrado en que la mujer se diera cuenta de su falta.

No sabía lo ocurrido, el menor mantuvo su boca cerrada durante todo el camino hasta su casa, sin mostrar la mínima intención de explicar qué había sucedido para encontrarse en tal estado.
Chan tampoco indagó profundamente en el asunto, ni si quiera intentó preguntarle qué había pasado, por temor a empeorar las cosas, y que el joven azabache terminase más saturado. No parecía lo suficientemente preparado para hablar sobre ello ahora.