Al llegar por la tarde a su hogar, Hyunjin lo encontró vacío, haciéndolo extrañar. Los miércoles su madre solía salir pronto del trabajo, por lo tanto, todas las semanas la podía encontrar sentada en el sofá de la sala; pero aquella tarde ese sitio estaba desocupado.
Se quitó la fina chaqueta que se había puesto por si hacia frío, y dejó las llaves dentro de la bandejita que estaba en el mueble de la entrada, donde todos las dejaban. Su confusión creció más al observar como, en ese pequeño plato de cristal azulado, las llaves de su madre también estaban.
No lo entendía, ¿Se había dejado las llaves en casa? No le encontraba otra explicación si no, o se las había olvidado, o sí se encontraba allí.
Movió la cabeza a los lados, tratando de obviar el tema. No le importaba si su madre estaba o no, tampoco es como si la hiciera mucho caso cuando sabía que estaba en el salón. Comenzó a caminar hacia su habitación, pudiendo escuchar como sus pasos se oían al andar, haciendo que, sin poder evitarlo, unos inexplicables nervios surgieran en el azabache. Tenía un mal presentimiento, y el silencio desgarrador del lugar no conseguía dejarlo tranquilo.
Al llegar a la puerta de su habitación, tomó una bocanada de aire, tratando de sosegarse un poco. No comprendía por qué se sentía tan ansioso, ni por qué un temor incomprensible se había instalado en su interior. Abrió la puerta, tragando duro cuando la compresión golpeó con fuerza sus sentidos.
¿Por qué su madre estaba esperándolo en su habitación?
Y aún peor.
¿Por qué parecía más enfadada que nunca?
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Aquella noche parecía más oscura que de costumbre, quizás, porque la luna decidió abandonar el cielo, dejando el manto oscuro nocturno solo iluminado por las numerosas estrellas, que se esparcían con desorden por toda su extensión.
Felix estaba en su habitación, sentado en la cama, con las luces apagadas, y la mirada perdida en una de las esquinas de la ventana. Aquella noche ya había tenido una pesadilla, pero decidió echarle valor y volver a intentar dormir.
Una sola palabra: Error.
Volvió a despertarse agitado, angustiado, con la respiración entrecortada y la frente empapada de pequeñas, y heladas, gotas de sudor. Su corazón latía con fiereza, y sus ojos estaban húmedos. Estaba cansado de todo eso; de sus pesadillas, del miedo, de sentirse solo...
Quería poder dormir una noche tranquilo, sin tener que estar dando vueltas en la cama durante horas, tratando de mentalizarse de que no iba a tener pesadillas. Quería poder tumbarse en la cama sin el constante miedo de despertarse a mitad de la noche temblando, asustado, sin saber si lo que había vivido era real, o solo volvía ser su cruel mente jugando con sus miedos.
Le gustaría dejar de sentirse perdido, e inútil.
Desde que conoció a Changbin, el miedo a quedarse solo se había minimizado hasta tal punto, que ya ni si quiera se cruzaba por su mente. El bajito le prometió estar a su lado, siempre, y, por supuesto, Felix le creyó.
