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–¿Esto no nos convierte en malos padres?
La pregunta logró sacarle un suspiro cansado al mayor, que respondió afirmando más el agarre de sus manos, y jalando con demanda de él por los largos pasillos del aeropuerto.
Su vuelo de vuelta a Corea para pasar unas merecidas vacaciones de dos semanas estaba a punto de marchar, y Changbin no iba a permitir que por culpa de su novio quedaran en tierra.
–No somos malos padres, Felix, son solo dos semanas fuera de casa. Tus padres cuidarán de él –respondió al fin, en un vago intento por tranquilizarlo, después de varios minutos de un prolongado silencio acompañado por la mirada de pena del chico más joven.
–Pero... Michelangelo... –su voz contenía una profunda pena, recordando la expresión de su pequeño niño al verlos partir de casa.
–Es una tortuga, por el amor de Dios, ni si quiera hay que sacarla a pasear. –Changbin estaba exasperado.
–Bueno, pero tampoco me hables así, alcantarilla, que soy sensible y estoy preocupado –frunció el ceño, mientras apartaba su mano de la contraria, y caminaba por su cuenta junto al cuerpo de su pequeño novio.
–Simio. –insultó por lo bajo, dedicándole una mirada de "desprecio" por el rabillo del ojo.
Felix respondió sacando la lengua en su dirección.
¿En serio tenían 20 y 21 años? Porque, sinceramente, su edad mental se había quedado estancada en los nueve; justo en aquella lejana tarde en la que ambos corazones comenzaron a latir al mismo ritmo.
Poco después el avión despegó, con los dos chicos ya abordo, dispuestos a dormir, o hablar, durante las horas de vuelo que había desde Australia, hasta Corea.
Esos dos años separados de los chicos, y viviendo juntos, en un país totalmente distinto al que residían antes, habían sido un reto para la pareja. Resulta que convivir un par de días, durante unas cuantas horas, y pasar las noches en la casa del contrario, no era tan similar a vivir cada hora del día junto al otro. La vida adulta les había caído como un balde de agua fría en la cabeza, ya que habían comenzado a vivir por su cuenta, y el hecho de tener que lidiar con el contrario durante tantas horas, había dispuesto un problema que en un inicio nunca imaginaron tener.
Cuando Felix comenzó su último año de preparatoria, Changbin entró a la universidad, en la carrera de musicología. No se veían mucho, y cuando lo hacían estaban demasiado cansados como para pasar tiempo en pareja como lo hacían antes; que literalmente vivían uno encima del otro las veinticuatro horas del día. Eso generó conflictos, inseguridades, y bajones en la relación, aún siendo su primer año como novios. Más de una vez el pensamiento de dejarlo había surcado, tentador, por sus cabecitas. Estaban aterrados por todas las peleas y la lejanía que habían adquirido en solo un año como pareja, y temían que con el pasar del tiempo esa brecha se hiciera más grande, y se volviera irreparable.
