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Hyunjin terminó de arreglar su casa antes de la llegada de sus amigos. Tenía claro que en cuanto cruzaran la puerta de su hogar todo su esfuerzo habría sido en vano debido a lo desordenados que ellos eran, pero también sabía que no podía recibirlos con el lugar desarreglado.

Se sentó en el sofá, esperando impaciente que se escuchase el timbre, y deseándole a todos los dioses que había estudiado en el instituto que, por favor, el primero en llegar no fuera Jeongin. No podía ni imaginarse lo incómodo que podría llegar a ser estar con él absolutamente solos en una misma habitación.

Aunque, lo cierto, es que le daba más miedo saber que, probablemente, todo sería tan familiar que resultaría imposible sentir tensión en cuanto pasasen unos minutos.

El azabache había pasado parte de la noche anterior, y de esa mañana, mentalizándose de lo que ocurriría por la tarde. No era una quedada normal con sus amigos de siempre, no. Esta vez tendría que estar con Jeongin, y tendría que hacer un esfuerzo muy grande para no comenzar a agobiarse o a hacer cosas raras, tenía el presentimiento de que esta no sería la única vez que le tocaría compartir tiempo y espacio con el menor, por lo que había decidido que sería mejor intentar acostumbrarse.

No le molestaba, pero sí conseguía llegar a asustarlo. Su madre iba a terminar enterándose tarde o temprano y eso no lo dejaba del todo tranquilo.

Agitó la cabeza intentando apartar cualquier pensamiento negativo de su mente, se había prometido no pensar mucho en lo que pasaría después y disfrutar con sus amigos de la tarde y la noche. No podían hacer eso muy a menudo, y menos en su casa, por lo que debía aprovechar este momento.

La puerta sonó, asustando al dueño de la casa, que lo que menos esperaba era que sus amigos fueran a llegar mientras él ordenaba sus pensamientos e intentaba darse fuerzas a si mismo para poder pasar lo que quedaba de día sin ningún tipo de preocupación en mente. Solo sería un día, no era para tanto.

Se levantó del sofá, dándole una última vista panorámica a toda la estancia, revisando así si estaba todo en orden y no se había olvidado de guardar, o recoger, alguna cosa que no debiera estar en la sala. Cuando vio que todo estaba en orden, se apresuró a abrir la puerta y dejar pasar a sus amigos.

–¡Hola! –Jisung alzó ambos brazos, cargando una bolsa en cada mano, y entró en la casa junto a Minho, ya que habían llegado a la vez, en cuanto Hyunjin se apartó de la puerta.– He traído cosas posiblemente perjudiciales para nuestra salud y condición física. ¿Dónde las dejo? –Su voz contenía cierto tono humorístico y, al girarse hacia el azabache, pestañeó un par de veces, esperando su respuesta.

–Déjalo en la mesa del salón. –Se encogió de hombros, volviendo a dirigir la mirada hacia la puerta, viendo como Felix, Seungmin y Changbin caminaban hacia él con tranquilidad.– Daos prisa, vamos. –Los incitó a caminar más deprisa, consiguiendo su cometido al verlos apurar el paso. Cuando entraron a su casa, el azabache se dispuso a cerrar la puerta, siendo detenido por la voz de uno de sus amigos.

–¡Espera! –Chan alzó la voz, elevando a su vez su brazo. Hyunjin detuvo su acción y volvió a abrir la puerta completamente, pudiendo así observar como Chan, Allen y Jeongin llegaban juntos a su hogar. Sin poder evitarlo lanzó una mirada poco disimulada por toda la urbanización, buscando posibles vecinos curiosos que hubieran salido para ver qué ocurría al ver tantos adolescentes por la zona o, que por el contrario, hubieran reconocido a Jeongin y decidieran pasar parte de la tarde cotilleando entre ellos, para que luego, encima, esa información llegase a los oídos de su madre y todo su plan de que ella no se enterase se fuera a la basura.– ¿Somos los últimos? –Preguntó el peliverde, entrando a la casa mientras paseaba la mirada por el lugar.

Just a little kiss || HyunIn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora