Just a little kiss || HyunIn

Epílogo

El cantar de los pájaros, junto a una brisa veraniega que ondeaba las cortinas de aquella luminosa habitación, y dejaba paso a los traviesos y cálidos rayos de un sol mañanero que acariciaba con cuidado el dormido rostro del adolescente, anunciaban el inicio de uno de los últimos días de aquel mágico verano.

El verano que marcó un camino de buena racha en la vida del grupito de nueve adolescentes.

Tras aquella fatídica noche, de aquel domingo que ahora se veía lejano, un camino oculto hasta entonces, se abrió paso ante las nueve jóvenes figuras que se encontraban perdidas en medio de una conflictiva encrucijada.
Una travesía desconocida, y misteriosa, que prometía no ser fácil; pero la única vía que tenían si querían conseguir salir de aquel agobiante lugar, los nueve juntos.

Sin pensarlo demasiado, se lanzaron sin mirar al inédita área, enigmática para aquellos aventureros chicos, que solo buscaban la salida del horrible laberinto en el que habían acabado encerrados.
El miedo siempre presente, y la incertidumbre del qué pasaría no abandonó sus agitados corazones; pero al menos podían decir que estaban juntos, y eso les daba la suficiente fuerza para continuar caminando.

Pasaron muchos retos, varios problemas, y los momentos de angustia y dolor tampoco faltaron, sin embargo, todos preferían sufrir eso en equipo, antes que abandonar a uno por el camino.

Y ahora, tras todas esas pruebas que les puso la vida, y tras hallar la salida de ese fatídico lugar, los nueve muchachos podían asegurar que su vínculo era más fuerte que nunca, e inquebrantable ante cualquier otro reto que les plantease la vida.
Que juntos eran como una imparable fortaleza, imposible de destrozar, y que nunca abandonarían al contrario aunque... Sus caminos tuvieran que separarse.

Todo había cambiado para Hyunjin en cuanto comenzó a vivir oficialmente alejado de las garras, y el dolor, del que antes estaba obligado a denominar hogar. Sus demás amigos fueron notificados de los acontecimientos que provocaron ese cambio; alivio era lo único que pudieron sentir al escuchar la noticia de que, por fin, había logrado escapar.
Cada uno de ellos insistió en poner su granito de arena, asegurando que si tenían cualquier necesidad por mínima, o máxima, que fuera, podían contar con ellos.

Las vivencias que pasó el hijo de los Hwang, no tardaron en ser narradas a los adultos que conocían al menor. Los padres de sus amigos, y la señora Park, estaban espantados al enterarse de todo aquello que ocultaban las paredes de la casa en la que residía la familia del azabache.
Quisieron ver al menor, se preocuparon por su bienestar cuestionando si necesitaba hacer una denuncia en comisaría, la cual, por supuesto, fue denegada por el adolescente.

Hyunjin sentía vértigo al percibir la repentina atención recibida por parte de personas adultas, que no tenían más relación con él al margen de la que pudiera brindarle ser amigo de sus sucesores.

Todo el afecto que estaba recibiendo, solo le hizo caer más en cuenta de lo horrible que siempre fue su propia familia, y lo equivocado que estuvo al decidir aguantar con ellos hasta que todo terminó explotando.

Por parte de sus progenitores, después de la charla que tuvo Hyunjin con su padre, en la que decretó el perenne cambio de vivienda, solo lo vio una vez más, cuando tuvo que ir a recoger las prendas de ropa, y algún objeto más, que se le había quedado en su antigua morada.
A su madre, gracias a las fuerzas del universo, no la volvió a ver.

Poco después, fue notificado por parte del hombre con el cual compartía apellido, y sangre, que se mudarían, como ya tenían planeado, a una ciudad alejada del centro de Seúl, a centenares de kilómetros de el aliviado corazón del joven que latía sosegado gracias a las buenas nuevas que había obtenido. Ahora podría caminar por la calle abonando los sentidos de alerta, porque las posibilidades de cruzarse con ellos en cualquier esquina, habían disminuido a cero.