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"La chica"

Detrás de una columna llena telarañas, una joven muchacha más o menos de mi misma edad dió un paso al frente.

Una larga y ondulada cabellera pelirroja le caía hasta la cintura, y un pasador le recogía un mechón para despejarle el rostro. tenía los ojos claros y me recordaban al océano. Nunca había apreciado unos ojos tan bonitos como aquellos. Tenía unos labios carnosos rojizos, y su tez era muy blanca, estaba salpicada de pecas y señales de un ligero rubor en sus mejillas. Vestía un vestido blanco, casi tanto como su piel, le llegaba hasta las rodillas y me fijé en que iba descalza.

Su expresión era como leer un texto de alguna lengua desconocida, incomprensible. Era la chica más hermosa que había visto jamás. Estaba completamente seguro de que si Millie la hubiese visto, le habría dado un ataque de envidia. Era como ver un ángel en la tierra. No supe cómo reaccionar a ella, lo único que se me ocurrió hacer en aquel momento fue levantarme del sucio suelo y acercarme a ella muy lentamente y decirle:

- Hola...¿Estás bien?

No respondió. Me acerqué más a ella e inmediatamente esta volvió a esconderse detrás de la columna.

- Tranquila, no te haré daño. - dije y temerosa, la joven salió de su escondite.- Me llamo Finn,...¿Y tú?

-...Sadie - dijo casi en susurró.

- ¿Cómo has llegado a....?- me interrumpí a mi mismo y formulé de nuevo la pregunta - Quiero decir,...¿Por qué estás aquí, en el sótano de mi nueva casa?

- Por que sí.- respondió cortante, aunque su voz seguía siendo suave y tenue - Este es mi hogar desde siempre.

- ¿Necesitas ayuda?¿Quieres que llame a David y a mi madre?- pregunté al pensar en las malas condiciones en las que debía vivir.- Podemos alimentarte y darte cobijo...

- No. - me interrumpió - Como ya he dicho, llevo viviendo aquí desde siempre y si llamas a tus padres, seguro que me echarán de mi hogar.

Me estremecí cuando dijo el término: "Tus padres". David no era mi padre, por mucho en que mi padre se empeñara en que lo fuera. Si, me caía muy bien y era como la figura paterna que nunca tuve, pero jamás lo llamaría: "Papá". Esa palabra era muy fuerte para mí.
Sin contradecirla más, respondí:

- Vale, no les diré nada. Pero al menos me dirás cómo llegaste aquí.- negó levemente con la cabeza.- ¿No? Vale....como quieras...pero, ¿Tienes hambre?

- Nunca tengo hambre.- apuntó sin preocupación.

- ¿Cómo que NUNCA tienes hambre?- reí convencido de que bromeaba pero esta me fulminó con la mirada, lo que me hizo darme cuenta de que hablaba en serio.- Madre mía...yo tengo hambre a todas horas....- suspiré hambriento, pues esa noche no llegué a cenar.- Te voy a traer algo de comida, en cuanto consiga salir de aquí.

- ¿Es que no sabes salir de aquí?- me preguntó en tono burlón, con su característica voz suave.

- Lo que pasa es que mi hermanastra me ha encerrado aquí porque le ha apetecido.- respondí algo avergonzado y resentido.

Sadie se llevó una delicada mano a la cabeza y se quitó el pasador que le sujetaba un mechón pelirrojo. Aquel mechón le tapó la cara, se colocó el pelo detrás de la oreja, dejando ver que también llevaba un pendiente con forma de perla.

- Abre la puerta con esto.- me tendió su pasador.- Lo introduces en la cerradura, le das un par de vueltas hacia la derecha y listo.

- Muchas gracias.- sonreí ante su gesto de amabilidad.- Volveré luego.

S H E [Fadie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora