El Hijo del Hokage (BoruSara)

Regreso

-Dos años después

En su cumpleaños número quince, Boruto regresó a Konoha luego de un arduo entrenamiento con Sasuke. Todos sus amigos habían ido a recibirlo y en especial la Uchiha, quien también había regresado de su entrenamiento con su maestra Zura. Ambos lucían diferentes. Habían crecido y se notaba el cambio. Boruto era una cabeza más alta que Sarada y no tardó en darse cuenta de ello, cuando al cruzar miradas en la entrada de su casa, comprobó su estatura. No solo era más alto, se veía más apuesto que antes, su rostro era más adulto y se parecía a su padre, solo que con sus típicos rasgos delicados heredados de su madre. Sarada lo contempló con una mezcla de nostalgia y de ensoñación, solo que a simple vista, no se percibió. En el fondo no podía creer cuánto habían cambiado.

Boruto también la notó distinta, su cabellos ya no eran cortos y le llegaban a la mitad de su espalda, justo donde empezaba la cintura. Lucía más femenina que antes, pero seguía teniendo ese aspecto rudo, incluso sin dejar de verse atractiva. Su compañera de equipo ya no era tan malhumorada como antes, porque su personalidad, había cambiado un poco. Era más madura. Lo mismo ocurría con él, solo que mantenía su personalidad burlona y optimista. Adoraba ese lado de él. Boruto se acercó para saludarla y le estrechó la mano. Ella levantó una ceja intentando mostrarse seria y lo miró con una expresión molesta.

—¿Qué pasa? ¿No me saludarás? Hace mucho que no nos vemos...

—Eh—soltó—. Veo que de verdad te volviste más maduro—sin dudas se llevaban una cabeza de diferencia. Boruto se cruzó de brazos y le enseñó una amplia y cálida sonrisa.

—Claro que sí, ahora soy más alto que tu—bromeó y midió sus estaturas. Sarada lo fulminó con la mirada y le dio la espalda, golpeándolo con sus lacios cabellos. Boruto se sonrojó. Su olor a champú le trajo viejos recuerdos.

Al verla entrar a la casa, contempló su figura femenina, sin dudas ese quipao ajustado realzaba sus piernas y sus caderas. La ojeó sin pestañear, no podía creer que esa niña a la que llamaban "plana", tenía un cuerpo más maduro y...¿atractivo? Lucía fuerte y femenina. Ambas cosas. Empezaba a agradarle la idea. Se preguntó si seguía siendo la misma malhumorada de siempre y corrió detrás de ella para preguntarle:

—¿Sigues escribiendo ese cuaderno?—preguntó curioso y en tono pícaro.

Sarada se detuvo en seco y él se chocó contra ella de golpe. Al voltear hacia él, un pequeño rubor tiñó sus mejilas. En verdad no lo hacía, ¿pero por qué le interesaba? Hizo una mueca de puchero y frunció sus ceños. Le gustaba verla enojada. Se veía linda.

—¿Te importa? —él le sonrió nervioso—. No, no escribo más ese cuaderno. No soy una niña. Dejé de hacerlo hace rato. Tengo que enfocarme en los entrenamientos o me superarás.

A Boruto le cayó como un balde de agua fría, ¿en serio no escribía mas sobre él? Bueno, no le importaba que lo hiciera, solo que....¿por qué se sintió ignorado? Tragó saliva. No quería demostrarle que le afectaba esa idea, el solo hecho de recordar lo que ella había escrito sobre él, le generó un revoltijo en el estómago, ¿eran mariposas? No lo creía, eso eran cosas de las niñas, y él ya tenía quince para pensar en esas tonterías. Boruto rascó su barbilla nervioso y desvió la mirada, cerró la puerta a sus espaldas:

—Es bueno que te enfoques, así pronto serás la Octava Hokage y mi viejo dejará el puesto—soltó como si fuera un alivio decirlo.

—Boruto, eres un grosero. ¿Sabes? Tu padre se esfuerza en su trabajo y tú lo sabes.

—Lo sé, lo sé...solo bromeaba—arrugó su frente.

Al llegar a la sala comedor, sus amigos estaban entretenidos hablando con Kawaki sobre sus anécdotas, mientras su hermana repartía bocaditos y dulces. Ella parecía contenta de que su hermano haya vuelto de su viaje. Boruto miró a Sarada por última vez antes de desplomarse en el sofá más cercano: