Año Nuevo

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Sarada estaba tan nerviosa que Sakura le tuvo que decir que se calmara. No funcionaba, ya que la Uchiha estaba absorta en sus fantasías y, sumado a eso, no dejaba de pensar que el Obi le ajustaba más de lo normal. Quizás eran las náuseas por los nervios. Desde que supo que se encontraría con el Uzumaki en el festival, su mente se dispersó. No sería distinto a otro día, trató de convencerse, pero no dejaba de pensar en que haría el ridículo. No solía usar ese tipo de ropas, a menos que la ocasión lo pida, y esta era una de ellas. Para cuando finalizó el sufrimiento, se miró frente al espejo de su habitación, de pies a cabeza, una media vuelta y miró sus getas. Se sentía apenada.

—Mamá, ya estoy arrepentida—miró desesperada a su madre.

—No seas tonta, Sarada. Te ves estupenda y muy atractiva—guiñó el ojo—. Si tu padre te viera vestida así no te dejaría salir—soltó una leve risita—. Vámonos, antes de que caiga una helada más fuerte.

Sarada soltó un quejido, sentía las piernas pesadas, se rehúsaba a que Boruto la viera así. Se sentía apenada y esperaba que no fuera la única que vestiría de esa forma. Pensó que nevaría porque la helada que caía era inusual para la época, en realidad, no tanto ya que estaban en invierno y era normal. Miró el cielo encapotado y pensó que hubiera sido lindo que el cielo estuviera más abierto para poder ver con claridad los fuegos artificiales.

Al bajar la vista y llegar al Templo de Konoha cruzó miradas con la chica morena y toda su familia. Chouchou se acercó entusiasmada y la sujetó del brazo contenta, ambas se veían hermosas. Sarada había recogido un abrigo porque de verdad hacía mucho frío. Lo mejor era que el Kimono que llevaba puesto tenía muchas capas y era acolchonado.

—Luces muy bien así, Sarada—halagó Chouchou.

—Igual tu.

—Creo que vi a Boruto y a su hermana por aquellos lados—dijo señalando. Sus padres la llamaron—. Debo irme, Sarada. Nos vemos más tarde.

Sarada la saludó. Sakura estaba a su lado hasta unos segundos antes de despedirse, cuando volteó para verla, ya no estaba más. Recordó que había ido por unos Taiyaki. Adoraba esa comida, le recordó a una vez donde Boruto compartió unos con ella. Sacó esas imágenes de su cabeza y volvió a la realidad. Entonces lo vio, en la lejanía y entre la multitud, lo más extraño es que estaba solo. Creyó que Chouchou le dijo que estaba con su hermana, ¿por qué estaba solo? En fin, no le importó, quería verlo. Así que caminó con pasos seguros hasta él, no podía caminar muy bien con esas getas y ahora se arrepentía de llevarlas, de haberse vestido así. Lo único que no lamentaba era cruzarse con esos ojos azules, profundos como el mar, se dejó cautivar unos segundos.

—Boru...

Estaba por terminar la frase cuando su pie se dobló en seco y sintió el crack de sus huesos. ¡Eso había dolido un demonio! Sarada trastabilló y cayó de frente, todo pasó como en cámara lenta, y antes de caer al suelo sobre la esponjosa nieve, sus brazos la sujetaron. Jamás imaginó que aquellos brazos la sostendrían, no podía creer que fueran tan fuertes. El rubio la sujetó por los brazos y evitó que cayera por completo. Se arrodilló a su lado.

—Sarada, ¿te encuentras bien?

Boruto llevaba un hermoso hakama tradicional, de color azul como sus ojos, combinaba con su cabello y un hermoso tapado negro aterciopelado. Sarada no contempló su vestimenta, solo se fundió en sus ojos azules profundos como el océano. No podía creerlo, sus miradas conectaron por varios segundos y hasta ella notó que él también estaba sonrojado. Cuando volvió a la realidad, recordó el horrible dolor en el tobillo.

—Auch...—gimió—, mi pie. Maldición.

—Tonta, ¿es que acaso nunca usaste getas o algo así? ¿cómo hiciste para caerte?—bromeó. Enseguida se arrepintió al recibir un golpe en seco en el abdomen—. ¡Auch! ¡Estoy preocupado por ti y tu me golpeas!

El Hijo del Hokage (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora