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Me desperté con el sonido de los pájaros. Era un bello amanecer, estire mis brazos y me levanté con mucho entusiasmo. Hoy era el primer día del penúltimo año de preparatoria y finalmente vería a mis amigos más seguido, y lo más importante: vería a Dylan.

Salí de mi habitación de paredes azules, la madera del piso crujía ligeramente con cada paso que daba, entre al baño de azulejos blancos y negros y comencé a cepillarme los dientes, mientras lo hacía me admiraba en el espejo: mi cabello negro hacia un perfecto contraste con mi piel blanca, y mis ojos grises eran como los de mi madre ya difunta.

Luego de ducharme, volví a entrar a mi habitación y me vestí con lo primero que vi en el armario: unos vaqueros azules, una franela negra y unos zapatos converse. Busque mis libros y cuadernos y los empecé a meter en la mochila sin mucho miramientos, hasta que me tope en el pequeño escritorio el folleto del próximo acto del club de actores, pertenecía a este club desde el año pasado a recomendación de mi amigo Daniel, que según un estudio reciente que él investigo, la actuación me ayudaría a mi timidez, en un principio no le creía pero me sorprendí que aquellos dotes actorales se dieron con total naturalidad y me ha ayudado un poco con mi problema de socializar con gente que no conozco.

–Hanzel –llamó mi padre desde el piso de abajo–, ¡tengo hambre, has el desayuno!

Baje por la estrecha escalera y llegue el recibidor, que carecía de muebles y decoración, pero se encontraba muy limpia, ya que siempre procuraba tener la casa en ese estado. Entre a la cocina cuyos gabinetes ya estaban un poco desvencijados pero tan limpios como el recibidor, y sentado alrededor de una pequeña mesa redonda de madera se encontraba mi padre: alto, de piel blanca, ojos cafés y cabello negro, con expresión ceñuda, lo cual hacia que su rostro se viera más viejo de lo que ya parecía a sus cuarenta años.

–Se está haciendo tarde –me replicó.

–Yo soy el que debe salir –le dije mientras cruzaba la habitación hasta llegar al refrigerador–, tú te quedaras hasta que llegue la noche y vuelvas a irte a beber con tus amigos en el bar.

–¡Cuidado, Muchacho! –me advirtió con un dedo–. Soy tu padre y yo te mantengo, me habrán dado de baja en el ejército hace unos años, pero mi pensión llena de alimentos aquel refrigerador.

Saque dos huevos y suspire. Mi padre siempre me restregaba en la cara que me mantenía y por lo tanto él podía hacer lo que quería. No era una molestia para mí, apenas lo veía unas horas antes de irse a beber con sus amigos y lo vuelvia a ver a la mañana siguiente.

Pese a su problema con el alcohol, no he tenido ningún altercado con él. Pues yo sabía ser discreto, y si él se enterara de que era gay no me imaginaria que haría; pero él nunca se enteraría, al final y al cabo solo lo saben mis dos amigos. Aunque siempre he fantaseado con decírselo a Dylan y que él me aceptara y fuéramos novios...

–¿Qué pasa que no pones esos huevos en la sartén? –preguntó mi padre al verme absorto en mis fantasías.

Sacudí mi cabeza y empecé a freír los huevos y el beicon.

–Esto está en todos lados –bufó mi padre y volví mi cabeza, tenía en las manos otro folleto del club de actuación.

–Lo siento –me disculpe mientras mi padre arrugaba el papel–. Se coló con la correspondencia y enviaron muchos.

Acerque dos platos con los huevos y el beicon a la mesita y busque pan en la alacena.

–¿Sigues en ese club? –preguntó con frialdad–. Creí que era una moda pasajera, tenía la esperanza de que hicieras algo mas masculino.

Me senté en frente de él y le acerque dos rebanadas de pan mientras él se servía jugo de naranja.

–Es bueno tener créditos extra escolares para entrar en la Universidad –argumente.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora