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Me llevaron a la escuela abandonada. Dylan mantenía una mano en mi hombro mientras nos encaminábamos hacia el primer piso. Me dijo que David estaba exagerando, que no le iban hacer daño a Tobías, solo necesitaban atraparlo y que se entregué a las autoridades por el asesinato de Paul. Pero nada de eso me tranquilizo. Sabía la verdad. Sabía que habían sido ellos quienes lo asesinaron.

–No puedo creer que me hagas esto, Dylan –le susurre al llegar al último rellano.

–No te pasara nada, Hanzel. Solo colabora con David para que Tobías venga.

Gire la cabeza, la expresión de Dylan no era nada tranquilizadora, estaba nervioso.

–¿Realmente no sabes lo que va a hacer David cuando vea a Tobías? –Dylan guardo silencio. Sonreí con acritud–. No lo sabes –sacudí la cabeza–. Tenemos que salir de aquí, Dylan. En el momento en que David se distraiga, escaparemos.

Dylan se acerco más a mí. Me susurro en el oído, casi inaudible:

–Tiene un arma, será mejor no tentar a la suerte. No te quise meter en esto, Hanzel, pero te prometo que no te pasara nada.

No me preocupaba por mí, me preocupaba por Tobías, ¿Y si piensan matarlo? En parte seria mi culpa, ya que el vendría para rescatarme, no podría soportarlo, a pesar de todo, a pesar de los malos ratos por las que he pasado con él, aun lo amo. Quisiera creer que Tobías fuera prudente y no entrara a la boca del lobo, pero lo conocía muy bien, no iba a permitir que alguien me hiciera daño.

<<Tobías, ten cuidado>>

Entramos en una de las aulas. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas oxidadas. Las paredes estaban más ennegrecidas que el resto de las habitaciones. Debió ser el lugar donde comenzó el incendio. Me estremecí al ver el pequeño armario en el fondo de la habitación, me imaginé los gritos del conserje mientras se quemaba vivo.

David tenía el revólver en la mano. Agarró una silla quemada y la colocó en el centro de la habitación. La señalo.

–Siéntalo aquí.

Dylan titubeo, pero al cabo de un rato me llevó hacia la silla. Mi corazón se agito al ver el revólver tan cerca.

–Saca tu teléfono, Isaac –ordenó David

Isaac levantó la cabeza. Si Dylan parecía nervioso, pues Isaac estaba mucho peor.

–¡Que saques el teléfono, joder! –grito David, lo que provoco un respingo por parte de Isaac. Hurgo en el bolsillo de su pantalón y saco el teléfono–. Tómale una foto –Isaac obedeció, el flash de la cámara molesto mis ojos–. Envíaselo a Tobías.

–¿No le diremos dónde estamos? –preguntó Isaac con voz trémula.

David esbozo una sonrisa maliciosa, lo que aunado con sus ojos un poco desorbitados, le conferían un aspecto de desquiciado.

–Él reconocerá este lugar cuando vea la foto.

Pasaron los minutos y David caminaba describiendo círculos en la habitación. Isaac se hallaba en un rincón, como si la oscuridad lo escondiera de esta pesadilla. Dylan estaba al lado de mí. Tenía una mano en mi hombro, no para aprehenderme, sino como un gesto tranquilizador. Pero yo no podía estar tranquilo. No pude guardar silencio y dije:

–¿Qué le harás a Tobías?

David se paró en seco y me miró con ojos chispeantes.

–¿Tú qué crees? –se acercó, Dylan se puso tenso y apretó su agarre. Se puso en cuclillas y me miró de reojo. Guardo silencio esperando una respuesta, al cabo de un minuto frunció el ceño–. ¿QUÉ CREES QUE LE HAREMOS A TU NOVIO? –di un respingo y cerré los ojos al sentir el cañón del revolver chocar contra mi frente.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora