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Mis palabras tuvieron una reacción en el rostro de Tobías. Sonrió como un niño, se inclinó hacia mí y me dio el beso más apasionado de todos. Su lengua se entrelazo con la mía con total frenesí, cerré mis ojos y puse mi mano en su nuca para alargar el beso, no quería separarme de sus labios. De repente, Tobías me toma por los cabello y me jala hacia atrás en un movimiento rápido pero cuidadoso, dejando mi cuello expuesto.

Sentí sus labios humedecidos en todo mi cuello, cuyos besos fueron descendiendo hasta llegar a mis hombros. Con sus fuertes manos me quita el sweater. Beso mi cuello y di un brinco en el sofá al sentir sus dientes clavados en mi piel, fue una mordida dolorosa pero a la vez placentera, gemí, el alzó la cabeza y me dirigió una sonrisita traviesa. Mi hombro izquierdo quedo enrojecido por la mordida.

Tobías descendió su cabeza hasta llegar a mi pecho, sentí su lengua en mis pezones, que se endurecieron por el tacto. Alcé la mirada, con los ojos en blanco. No tenía experiencia en la intimidad, pero no hacía falta para deducir que Tobías era un experto. Por un momento olvidé en donde me encontraba, solo me importaba lo bien que se sentía este momento.

Pero una voz hablo dentro de mi cabeza << Qué estás haciendo? Es muy pronto>> Me aparte de Tobías y este me miró desconcertado.

–¿Qué sucede? –me preguntó.

–Yo –resollé–, es muy pronto –me llevé una mano al hombro, que ardía levemente.

–¿Fue por la mordida? Creí que te gustaba.

–No... no es por eso, es que yo... aún no estoy preparado.

Tobías entorno los ojos.

–Qué bueno que no es por la mordida –dijo, se inclinó y me susurro–: porque tengo muchas travesuras que hacerte –se me puso la piel de gallina, no por miedo, sino por su poderosa seducción–. Lo lamento, Hanzel. Tú dijiste que me amas, yo te amo, lo correcto es hacer el amor ahora mismo –se puso en pie y me agarró la mano–. Vamos a mi habitación –me quede inmóvil, el me jaló suavemente y al advertir mi rigidez, se volvió y agregó–: no te vas a arrepentir, vas a sentir cosas que no creías que estaban dentro de ti, pero no te asustes, que serán placenteras, y lo mejor es que lo compartirás conmigo, con tu novio, al que amas.

Tiró de mi mano con ímpetu y lo seguí sin oponer resistencia. Llegamos a su habitación, me sentó en su cama, y con rapidez me despojo el pantalón. Atisbó mi erección tapada con mi ropa interior, sonrió y dijo:

–Jugaremos un juego. Si te masturbas, te castigaré. Quiero saber por cuánto tiempo vas a soportar la abstinencia.

No supe que responderle. ¿Castigarme? ¿Qué clase de castigo seria? Pero la sonrisa juguetona y con aire malévola me advirtió hacerle caso y no preguntar.

Me quitó la ropa interior, me sonrojé instintivamente, y acto seguido él comenzó a desvestirse. Mi corazón se acelero, vería a Tobías desnudo por primera vez. Al quitarse la camisa, su torso y brazos musculosos y tatuados eran eclipsados por moratones en todo su cuerpo. Deje escapar una exclamación de sorpresa.

–Tranquilo –dijo–, fueron por los golpes de la última pelea, pero ya estoy bien.

–¿Te dolió? –dije en un hilo de voz.

–Un poco –ladeó la cabeza–. No tienes de que preocuparte, no me duele.

Sonreí con tristeza. No era justo que Tobías se tenía que matar a golpes contra otros hombres para que las personas pagaran por el entretenimiento, el merecía algo mejor... Siempre se preocupaba por mí, ¿pero quién se iba a preocupar por él? Él me necesitaba, y yo debía estar siempre de su lado.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora