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Tobías me cogió de la mano y me dirigió hacia su auto. El motor rugió, y el auto se puso en marca.

–¿A dónde iremos? –pregunté desconcertado.

–A mi casa.

Se me erizaron los pelos de la nuca. No por miedo, sino que no sabía que podía pasar en su casa, la única vez que estuve en ese lugar, pase por una experiencia muy intima. Tobías advirtió mi mirada y dijo con voz serena:

–No te preocupes. No haremos nada que tú no quieras, tienes mi palabra.

Me limite a sonreírle. En parte estaba feliz por estar con él, pero no podía evitar pensar en sus últimas palabras: <<He asesinado a otras personas>>, además de que estaba el asunto de Isaac. Pero no quería arruinar la ilusión; me quede satisfecho con su versión y no quería ahondar en los asuntos turbios, al menos no esta noche. Esta noche solo quería estar con él sin importar los demás.

Me cogió de la mano mientras que con la otra maniobraba el volante del auto. La acaricio con sus dedos y acto seguido la llevo a su boca y la beso. Mi rostro se enrojeció.

Me miró con una ávida sonrisa, soltó mi mano y llevo la suya a mis labios, con su pulgar abrió mi boca y empezó a jugar con sus dedos y mi lengua. Era un juego pervertido, pero decidí complacerlo. Estuvimos así por un buen rato, hasta que tres de sus dedos quedaron húmedos con mi saliva.

–Eres un pervertido –musite.

El rió, se encogió de hombros, y dijo:

–Eso no es nada de lo que soy capaz de hacerte, Hanzel.

–Tienes mucha experiencia –dictamine–, ¿Lo has hecho con muchos chicos? –Él asintió–. ¿Lo has hecho mientras has estado conmigo? –me miró y soltó una carcajada.

–Claro que no –dijo–, tú ere mi novio. Podre ser muchas cosas, pero infiel no. ¿En dónde voy a encontrar a un chico tan hermoso como tú?

Miré la ventanilla para ocultar mi sonrojo.

–No digas eso –le dije–, hay chicos mas lindos que yo, con más experiencia, y mejor en la cama.

–Yo no busco experiencia, ya la tengo, quiero a un chico al que le pueda enseñar y de cierta forma... se deje dominar –agrego con picardía–. Y además, tú eres hermoso para mí, puede que haya chicos con cara y cuerpo de modelo, pero nadie se compara contigo, Hanzel. Tú los superas a todos, tienes un rostro angelical y una hermosa inocencia.

–Yo no soy inocente –dije con un deje de irritación.

–Puedes decir lo que quieras, pero comparado con los chicos con los que estuve, tú eres inocente.

–¿Con qué clase de chicos te acostabas?

Respiro hondo, y clavo la mirada en el parabrisas. Se veía incomodo.

–No creo que eso sea tema de conversación, Hanzel.

–Quiero saber –insistí. Tobías frunció el labio. Le jale la manga de su camisa a modo de suplica–, por favor, eso si me lo puedes contar.

Tobías titubeo, al cabo de unos segundos suspiro y asintió.

–Bien –dijo–, pero no quiero que me mires raro, así se hacían las cosas en el lugar donde estuve –lo miré desconcertado–. El reformatorio –aclaro–. Entre a los ocho años y estaba en la sección de niños, ya en ese entonces era una jaula de locos, tenía que pelearme con los demás niños para ganar territorio, no podías mostrar debilidad, o los demás te lo harían pagar muy caro. Golpeaba a los otros niños, algunos mayores, otros menores. Yo era muy bueno, no me enorgullezco de eso, pero era bueno en las peleas, y con el tiempo fui respetado por todos.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora