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La fría brisa invernal no impidió que el equipo de futbol practicara en la cancha. Me quedé de pie cerca de la entrada del colegio divisando a los chicos, pero no encontré una cabellera rubia y rostro sonriente entre los jugadores. Miré mas allá, en el fondo y, en las gradas, yacía Dylan sentado cabizbajo, garabateando en un cuaderno. Me encaminé hasta las gradas. El rubio debía estar absortó en lo que hacía, ya que no advirtió mi presencia, sino en el momento en que me senté a su lado. Volvió la cabeza y sonrió, pero era una sonrisa extraña... no tenía esa alegría a raudal que siempre lo caracteriza.

–¿Qué haces? –pregunté, estirando el cuello con la intención de ver lo que escribía en su cuaderno de notas.

Dylan vaciló, y al cabo de unos segundos dijo:

–Estoy dibujando.

–¿Desde cuándo dibujas?

–Bueno... no lo sé, supongo que desde hoy. Sólo quería expresarme.

–¿Puedo ver el dibujo?

Extendió su libreta. Lo qué dibujo era... inquietante. No era un dibujo que le podrías identificar al primer vistazo, era más bien un dibujo abstracto, con distintas tonalidades rojas. Por alguna razón comprendí que Dylan no se encontraba bien. Daniel tenía razón de qué algo raro le pasaba, pero ¿Qué podría ser? Era momento de indagar más a fondo, de usar mi influencia que por años construí sobre él.

–¡Wuao! –sonreí–. Es... ¿Qué es?

Dylan se encogió de hombros.

–No tengo idea.

Guardamos silencio por un momento. Esperaba que me contara lo que le sucedía, pero al cabo de un rato comprendí que debía ser yo quién tenía que sacarle la verdad, pero no podía preguntárselo directamente.

–¿Por qué no estás jugando? –pregunté.

Dylan agacho la cabeza.

–El entrenador dice que he estado jugando muy mal. Quizá no juegue en esta temporada.

–¡Es un idiota! –exclamé mientras le ponía una mano en su hombro–. Eres el mejor, ¿está ciego?

Dylan sacudió la cabeza.

–No, Hanzel. En realidad he estado jugando pésimo –alzó la cabeza y se quedó mirando la cancha. Pero sus ojos parecían ver hacia la nada.

–¿Problemas con Erika? –Dylan permaneció mirando el fondo, apenas negando con la cabeza –. ¿Por qué crees que estás jugando mal?

Se encogió de hombros.

–No lo sé, supongo que es por tantos problemas que he tenido que siento que mi cabeza va a estallar.

Sentí tristeza por él. Nunca lo había visto en ese estado. Generalmente sus problemas en el pasado eran por cosas superfluas, como perder un partido de futbol o haber terminado con una novia, pero esta vez notaba que era algo mucho más serio.

–Soy tu amigo, Dylan. Deberías de contarme que te sucede –dije finalmente.

Dylan me miró con una expresión seria. Arqueó una ceja y dijo:

–¿Quieres saberlo? Porque hacía mucho tiempo que tú y yo no nos comunicamos como verdaderos amigos.

Guarde silencio. Tenía razón, después de conocer a Tobías mi vida cambio.

–Puede que nos hayamos alejados por un tiempo Dylan, pero no quiere decir que dejamos de ser amigos.

Dylan volvió la cabeza hacía la cancha.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora