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Abrece mis rodillas mientras Tobías mantenía su cabeza en mi hombro. Me sentía incomodo, pegajoso y muy culpable. Esa culpa... esa culpa que no había experimentado hace tantos años, cuando apenas era un crío; esa culpa que me hacía sentir Colbyn cada vez que me tocaba y que involuntariamente mi cuerpo reaccionaba.

Cerré mis ojos y rememoré esos días, aun recuerdo sus palabras como si fuera ayer: <<Si tanto no quieres estar conmigo, ¿Por qué te excitas? ¿Sera porque eres una perra como tu madre?>>

–¡No! –grité en la oscura habitación y Tobías levanto la cabeza de un brinco.

–¿Qué sucede? –preguntó exaltado.

Una vez más deje que los pensamientos se apoderaran de mí. En esta noche, con el frió viento golpeando las ventanas, yo me sentía descubierto, vulnerable y... asqueado.

–Me tengo que ir –dije poniéndome en pie y acomodándome el pantalón–. Por favor Tobías, déjame salir.

–Ya es de madrugada, Hanzel –se levanto y me miro con seriedad–. A estas horas hay muchos ebrios, drogados y locos en una noche de Halloween –puso sus manos en mis hombros.

–¡No me toques! –me solté de su agarre y camine hasta el vestíbulo. Sentía como las lágrimas escurrían de mis ojos.

–Hanzel tranquilo. Mejor vayamos a dormir, y mañana te llevo temprano a tu casa. Si tu papá se molesta, yo hablare con él.

–No dormiré en esta casa –giré el pomo de la puerta varia veces. Podía sentir la mirada contrariada detrás de mí. Tobías debe pensar que estoy loco, pero no me importaba, yo solo quería salir y caminar... caminar hasta perderme en mis pensamientos, necesitaba estar solo.

Sentí sus brazos rodear mi cintura. Los vellos de la nuca se me erizaron. Forcejee para liberarme.

–Suéltame –grité–, no quiero hacerlo más, no quiero hacerlo más, Colbyn.

–¿Colbyn? –preguntó Tobías y yo me tape la boca con las manos. El me giró y quedamos mirándonos cara a cara–. Otra vez con ese nombre, ¿Quién es Colbyn? ¿Estás llorando?

–N-no, déjame ir por favor –musité–, no quiero hacerlo, yo no tengo la culpa.

–¿De qué hablas, Hanzel?

Mi cuerpo tembló ligeramente y rompí en llanto. Por unos segundos Tobías me sujetaba mientras me miraba con expresión extraña, pero luego me abrazo, me abrazo como lo hizo en el edificio abandonado.

–¿Qué te sucede, Hanzel? –me susurro al oído y mis músculos se relajaron, su voz y su agarre proporcionaban tanta seguridad–. Cuéntame de ese Colbyn, ¿Qué puedo hacer por ti?

–Soy una personas asquerosa –Tobías me soltó y me agarro de la barbilla, obligándome a mirarlo,

–¿Qué dices? Tú no eres asqueroso, eres la persona más hermosa que he conocido.

–Hicimos algo que está mal –mi voz iba perdiendo fuerzas.

–Ya veo... Te sientes mal por lo que hicimos –asentí. Tobías retrocedió unos pasos, se acomodo el pantalón y suspiro–. Bien... Supongo que eso es algo con lo que tendremos que trabajar. Eres mi novio, y serás mío las veces que yo quiera, pero... supongo que puedo aguantar un poco más de tiempo –me agarro de la mano–. Ven, estas exhausto, mañana hablaremos de ese Colbyn y de lo que te pasa –me dirigió a la es escaleras pero mis pies no avanzaron mas allá del cuarto escalón–. No te hare nada –añadió con voz queda–, solo dormiremos, te lo prometo.

Y así fue. Llegamos a su habitación. Seguía absorto en mis pensamientos que no me di cuenta que el me había quitado la ropa para solo quedar en ropa interior, me vistió con un pijama que me quedaba grande y él solo se quedo en short. Me llevó a su cama que era muy grande y me abrazo de tal forma que mi rostro choco contra su pecho. Podía escuchar sus latidos, y entre perdido en mis pensamientos de la infancia y su cálido cuerpo, finalmente me dormí.

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora