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–Entonces ese será el plan –dijo Hanna en su dormitorio. Daniel y yo nos intercambiamos miradas.

–No es un plan infalible –acotó Daniel.

–¿Tienes algún otro? –preguntó Hanna–. Es la única manera en que Dylan te diga que es lo que sabe de Tobías. Iremos a su cumpleaños y esperaras a que se emborrache, recuerda que los ebrios te cuentan todo si sabes persuadirlos.

–Tú ya nos cuentas todo sin necesidad de que ingieras alcohol –señalo Daniel con una sonrisita.

–Muy gracioso –ironizo Hanna–, ¿Entonces, lo harás? –me miró.

–Supongo que no pierdo nada intentándolo.

–Bien –dijo–, recuerda que no debes beber en la fiesta. Dylan prometió estar contigo más tiempo de lo habitual y debes tener la mente clara cuando le saques las palabras –miró a Daniel con una sonrisa de cómplice–. En cuanto a Daniel y yo, nos emborracharemos como si no hubiera un mañana, ¿Verdad?

–Yo no tomo –respondió Daniel cruzándose los brazos–. Y te pido que por favor no te pongas tan ebria como en las anteriores fiestas.

–Prometo no estar tan ebria si tú tomas en la fiesta.

Los dos comenzaron a discutir, hecho que me hizo feliz. Prefería mil veces que se pelearan por tonterías, a que me preguntaran de todo. Tenía tantos sentimientos encontrados que no podía responder preguntas que ni siquiera yo sabía las respuestas.

Me despedí de Hanna en el pórtico de su casa. Y de Daniel, ya que su casa quedaba en la dirección opuesta de la mía. Decidí tomar la avenida principal para llegar rápido, ya era de noche y las nubes estaban tan negras como el cielo.

Después de unos minutos caminando en la casi vacía avenida, atisbe por el rabillo del ojo un auto que pasaba muy lentamente a mi lado.

–Hanzel –llamó una voz masculina.

Gire mi cabeza y Tobías estaba en el auto con la ventanilla abajo.

–Ven, súbete. Te llevare a casa.

–No, gracias –dije–. Puedo caminar.

–Vamos Hanzel, va a llover.

–No importa.

–Hanzel digo que entres al auto –bramó Tobías y por un momento me detuve, inspire hondo y empecé a caminar más rápido. Y de la nada empezó a caer una copiosa lluvia.

Me percate que el auto se detuvo, y ya lo había dejado atrás con mi rápido andar. Escuche la puerta abrirse y Tobías corriendo hacia mí. Me pare en seco cuando me lo encontré de frente en la acera, con su cabello tan mojado como el mío, se saco su chaqueta de cuero marrón y me la echo encima.

–Ven –dijo tomándome del brazo–, entra –abrió la puerta del copiloto, hice ademán de soltarme pero el apretó mas fuerte mi brazo. Lo miré de soslayo y tenía el ceño fruncido. Me adentre al auto y puse su chaqueta en mi regazo.

Mis manos se aferraron al calentador y él continuo conduciendo. Sin decirnos nada.

–Sera tu culpa si me da gripa –dijo Tobías.

–No será mi culpa, tú te bajaste del auto, yo no tenía problemas en caminar.

–Eres muy infantil –replicó–, mojarte solo por estar molesto conmigo.

–¿Infantil? –explote–. ¿Soy infantil por no querer hablar con alguien que quiere más de mí, de lo que recibo de él?

–¿De qué hablas?

Mi AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora