16. EPIPHANY

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Marinette estaba ansiosa. Llevaba una hora cenando con sus padres y no conseguía escaquearse de aquella velada familiar; pensando en qué estaría haciendo su infiltrado de mirada esmeralda en su dormitorio durante su ausencia.

Le costaba no mover las piernas bajo la mesa, y las veces que trataba incorporarse y abandonar la estancia, sus mentores parecían juzgarla con una expresión incrédula.

- Cielo, estás muy callada.- notó Sabine, sirviendo un poco de salmón en su plato-. ¿Es que hay algo que te preocupe?

« Un chico escondiéndose en mi habitación, y posiblemente a punto de matarme por tardar tanto en aparecer... »

- Esto... Bu-bueno, ya dije que estaba cansada, y...- se aclaró la garganta, acomodándose mejor en la silla-. N-no tengo mucha hambre, la verdad.

- ¿Estás enferma?- se interesó Tom con preocupación.

- ¿Qu-qué? N-no, claro que...- rectificó al caer en la cuenta, adoptando un semblante más afligido-. Bueno... Sí.- sonrió débilmente, llevándose una mano a la frente-. Me duele la cabeza, y... Me gustaría acostarme y descansar.

- Pero aún no probaste el salmón...- intervino su progenitora.

La euroasiática suspiró y encogió más su postura.

- Lo sé, pero... No acabo de sentirme muy bien...- miró a sus mayores con pesadumbre, enderezándose con fingido malestar-. Estoy segura de que después de dormir me encontraré mucho mejor.

Dio media vuelta con los hombros bajos y la mirada en el suelo, encaminándose hacia la puerta a un paso moderado.

- Espera.- interrumpió su mentor, haciendo que la joven se detuviera en seco y ladeara con recelo. Viendo a Tom incorporarse y avanzar hacia ella con un plato con unos pocos croissants de chocolate que le ofreció-. Por si después te apetece comer algo.

La menor aceptó el plato con incerteza y simuló una sonrisa cumplidora.

- Gr-gracias, papá.

Él depositó un beso en la frente de su hija, la cual se retiró instantes después con relajo. Caminando escaleras arriba y cruzando el pasillo hasta la puerta de su cuarto.

Antes de irrumpir en la habitación, inspiró profundo y se concienció debidamente. Temía encontrarse a un Adrien malhumorado por tenerlo encarcelado en su dormitorio, no obstante, su sorpresa fue cuando al abrir nadie se localizaba en esas cuatro paredes.

Marinette encendió la luz, adentrándose y cerrando con pestillo a sus espaldas, al mismo tiempo que sus zafiros estudiaban el espacio.

- ¿Adrien?- preguntó en un susurro, aproximándose a la mesita de noche y dejando el plato sobre la superficie-. Adrien, ¿dónde estás?

- Aquí.

Ella se volteó de un salto, fijándose en cómo el adolescente se asomaba de las cortinas del balcón y avanzaba hacia su encuentro.

- Hey...- saludó ella con nerviosismo, abrazándose a sí misma-. L-lo siento, mis padres se pusieron muy insistentes, y...

- Shhh...- alentó con una sonrisa dispersa, tomando los hombros de la universitaria con gentileza-. Tranquila, Princesa, todo está bien.

La azabache suspiró aliviada y asintió.

- Gracias.- musitó apaciguada-. Y perdón por tenerte aquí encerrado.

- Ya te dije que no pasaba nada.- sacó el móvil del bolsillo de su pantalón-. Ya he enviado un mensaje a mi padre para avisar que llegaría tarde, así que no hay por qué temer.

||+18|| ADRINETTE                                           × SHE'S NOT MINE ×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora