Una vida común para nada común

XXV

Narrador.

Días después de eso.

Stiles y su padre salieron del hospital ya lo más sanos posible.

Theo fue encerrado en el psiquiátrico del pueblo.
Pues fue la mejor opción para todos.

– Pensé que al fin sería una buena persona para tener mascotas...

Dijo triste el castaño de piel pálida.

– Y lo fuiste, pero Theo fue quien te los quitó...

Dijo su padre mientras veía como Stiles sujetaba con firmeza los collares de sus ya difuntas mascotas.

Después de salir del hospital, enterró a sus mascotas en el jardín.

– ¿Los querías mucho?
– Si...

Pasaron un par de semanas, Stiles ya había vuelto a la escuela a dar clases.

– Bueno alumnos...perdonen la ausencia, pero...por asuntos personales tuve que faltar, creo que avanzaron con el profesor suplente...

Los alumnos rieron.

– Profe, no dejamos que ese profe nos enseñará...

Stiles se sorprendió.

– ¿Cómo que no?

Una chica rubia dijo.

– Es que él era un cascarrabias, usted es mejor...¿Ya puede comenzar?

Stiles solamente pudo reír.

Al salir de la escuela.

Se fue caminando, pues su auto estaba en reparaciones.

Cómo acostumbraba últimamente, vestía de negro, por más de una razón.
Uno. Sus mascotas.
Dos. Alberto.

Alberto fue encontrado muerto junto a su madre, en la casa que había rentado, lo encontraron una semana después debido a que su nueva novia había preguntado por él.
Fueron enterrados ayer.

Pero bueno, continuemos con Stiles.

Este se encontraba camino a casa de su padre.
Pues ya no quería entrar a la casa en la que vivió la peor experiencia de su vida.

De improviso, siente como su celular vibra de forma constante.

– ¿Hola?

– ¿Q-Que?

– ¡Ya voy para allá!

Colgó y comienzo a correr a una dirección opuesta a la de su casa.

Después de lo que pareció ser una hora para Stiles.
Al fin llegó a la mansión de los Hale.

Con desesperación tocó a la puerta, para que en el mismo instante fuera abierta por Scott.

– Scott...estás bien...¿y los demás?

Scott lo guío adentro, para llegar a la sala de estar y encontrarse solamente con Derek.

– Derek, ¿Dónde está el resto?

El pelinegro le dijo a Scott que se fuera.
Una vez que se retiró y se escuchó la puerta cerrarse, Derek dijo.

– Stiles...los demás están bien, están en sus casas...solo... quería que vinieras...así que dije eso para que vinieras...

Stiles se enojó.

– ¿No pudiste decírmelo antes?
– Pensé que no aceptarías, pero...me alegra que hayas venido...