—Eric —sonrío mientras me dejo caer en la cama.—¿Cómo estás, enana? —me pregunta mi hermano desde el otro lado del teléfono. Es dos años mayor que yo y ahora mismo está terminando la carrera de periodismo en Valencia. A diferencia de mí, siempre tuvo bastantes amigos y tenía claro que quería estudiar allí.—Bastante bien, me acabas de pillar entrando por la puerta de mi cuarto —digo mordiéndome el labio, una manía que tengo cuando estoy emocionada. Mi hermano debe estar muriéndose por saber cómo me ha ido. Eric siempre ha sido mi gran apoyo durante todos mis malos momentos. Me ha protegido siempre que ha podido y no ha dudado en dar la cara por mí en más de una ocasión. Cuando le dije que quería venir a Madrid para estudiar, se opuso completamente. Al final acabó cediendo, pero no le gustó la idea de alejarme de su lado. Siempre hemos estado muy unidos, y más desde que mi padrastro se largó de casa cuando apenas tenía seis años. Nunca llegué a conocer a mi padre de verdad, murió antes de que yo naciera, así que mi padrastro, Luis, era como un padre para mí. Aunque es una historia que me cuesta recordar, mi padrastro era un explotador que pegaba a mi madre día sí y día también. El día que se atrevió a ponernos una mano encima a mi hermano y a mí fue lo que le sirvió a mi madre para denunciarlo. Sin embargo, el juez solo puso una orden de alejamiento. Desde entonces no hemos sabido nada de él, lo cual me alegra.—¿Y bien? ¿Cómo te ha ido? —pregunta mi hermano algo nervioso debido a mis pocas palabras.—Muy bien —digo al fin—. He conocido a una chica fantástica, su nombre es Violeta. Ya te la presentaré cuando vengas a verme. Los compañeros están bien y las asignaturas, normales. Ya tenemos un grupo de estudio y todo —digo emocionada.—Cuánto me alegro de oír eso, enana —contesta Eric soltando un largo suspiro. Al parecer, estaba más preocupado por mí de lo que intentaba demostrar.—¿Y cómo están las cosas por ahí? ¿Estás con mamá? —pregunto mientras busco en el armario algo que pueda hacer para comer.—Tranquilas, como siempre —contesta mi hermano a la vez que le dice algo a otra persona—. Ahora mismo estoy tomando algo con los colegas de la uni, así que luego, si quieres, te llamo y hablamos más tranquilamente —dice rápidamente, al parecer lo están molestando.—No te preocupes, Eric —le digo, decidiéndome por una pasta con tomate—. No hace falta que hablemos a cada rato. Ya soy mayor y puedo cuidarme sola. Mañana te llamo.—Está bien —contesta mi hermano—. No olvides llamar a mamá para contarle todo.—Luego de comer la llamo, no se me olvida —digo, poniendo una olla a cocer—. Adiós, te quiero.—Yo también te quiero, enana —dice antes de colgar.Después de comer me dirijo al supermercado más cercano a la universidad. Para ello tengo que coger un autobús, pero son solamente dos paradas. La tarde la dedico a comprar comida para unas cuantas semanas y a organizarme la agenda según las asignaturas que tengo este semestre. Tras ello, decido que ya he hecho suficiente y me tiro en mi cama para ver un capítulo nuevo de mi serie favorita, *Supernatural*. La tarde pasa tranquila y me recuerdo a mí misma que mañana le pida el teléfono a Violeta para tener un medio por donde poder hablar con ella.El día siguiente amanece soleado. Me ato los cordones de mis deportivas nuevas y salgo hacia la facultad. En el camino me encuentro con Violeta, que grita mi nombre emocionada al verme. Nos sentamos en el mismo sitio que ayer y nos intercambiamos los teléfonos.—¿El año pasado fuiste a alguna fiesta universitaria? —pregunto tomando un sorbo de mi zumo de melocotón.—A alguna. Lo creas o no, me lo paso genial en una fiesta —admite, colocando una de sus trenzas sobre su cara—. Me gusta bailar, la música, el ambiente. Aunque no soy de las típicas chicas que van a una fiesta para encontrar a un tipo con el que enrollarse. Soy más de ir con amigas y disfrutar bailando y riendo.—Me encantaría ir a una fiesta —admito, apoyándome sobre la mesa—. Me han dicho que las fiestas en Madrid son increíbles.—¿No fuiste el año pasado a ninguna? —pregunta mi amiga sin poder ocultar su asombro, a lo que yo niego con la cabeza en respuesta.—La verdad es que el año pasado las cosas no fueron como me esperaba. No hice ningún amigo, y por ende, me pasaba todo el tiempo en la residencia sin salir —admito con vergüenza. Me da miedo imaginar lo que podría llegar a pensar Violeta de mí ahora que sabe que era una marginada social.—Eso sí que no me lo esperaba —admite Violeta, sorprendida por mis palabras—. ¿Por qué alguien no querría ser tu amigo? ¿Estamos locos o qué? —bromea, lo que consigue sacarme una sonrisa.—Al parecer a cierto grupo de chicas no les caí del todo bien, por lo que se encargaron de mantenerme aislada.—¿Y sabes por qué hacían eso? —Me pregunta mi amiga, haciendo que me incorpore de la mesa—. Porque te tenían envidia —dice como si fuera obvio.—¿Envidia? ¿De mí? —pregunto como si fuera lo más ridículo del mundo—. Por favor, Violeta, mírame —digo señalándome—. No soy nada especial. Puedo tener unos ojos bonitos, pero mi cara es de lo más normal. Además, mi timidez hace que sea más fácil hablar con una piedra que conmigo. —Mi amiga ríe, divertida por mis palabras.—Amaia, cada persona es perfecta tal y como es —dice, colocándome un mechón de pelo tras la oreja—. El camino más difícil es quererse a uno mismo. Quiérete y luego verás que lo demás vendrá por sí solo.—Sé que tienes razón —digo, agachando la mirada—, pero a la vez es tan difícil —murmuro, cabizbaja.—Yo te ayudaré a conseguirlo —propone Violeta, levantando una mano como si fuera un reto—. Y comenzaremos saliendo de fiesta —dice, a lo que la miro sorprendida y emocionada.—¿A dónde? —pregunto ilusionada.—Ves a esa chica de ahí —señala a un grupo que se encuentra a nuestra derecha—. Va a hacer una fiesta en su casa este viernes. Toda la clase está invitada. —Miro a la chica que lleva varios tatuajes y piercings por la cara. Omito el comentario de que a lo mejor ese no es el tipo de fiesta que desearía ir. Por sus pintas, parece que le va el heavy metal y el punk, pero me callo y abrazo emocionada la idea de salir con Violeta de fiesta.El resto de días pasan sin ninguna novedad. Mi amistad con Violeta cada día se hace más estrecha y fuerte. Ya no me cuesta mantener conversación con ella ni me contengo tanto a la hora de decir ciertas cosas. Se nota que la confianza ha ido aumentando. Decidimos que los días de estudio los íbamos a hacer por las tardes, entre las seis y las ocho. Río vivía en un piso compartido cerca de la universidad, por lo que no le costaba nada venir cada tarde, al igual que Violeta.Era viernes por la tarde y nos estábamos despidiendo para ir a prepararnos para la fiesta. Había sido una tarde ajetreada; ya teníamos dos trabajos para la semana siguiente, pero por suerte nos había dado tiempo a terminar uno de ellos y a empezar el otro.—¿Así que venís a la fiesta, chicas? —pregunta Río, guardando sus cosas en la mochila.—¿Tú también vas? —pregunto curiosa.—Mis amigos y yo no solemos perdernos ninguna fiesta —asiente el rubio, contento con esta nueva información—. Tengo una idea increíble. ¿Qué os parece acompañarme a mi casa y luego ir todos juntos?—No creo que sea buena idea —niega Violeta tras oír la proposición—. Tenemos que ducharnos y arreglarnos. No creo que quieras esperar tanto.—No es ningún problema, así me da tiempo a terminar unas cosas —contesta el rubio, olvidando el hecho de que le acaban de decir que no—. Además, ¿sabéis llegar a la casa de Silvia? Se encuentra a las afueras de la ciudad. El bus más cercano os dejará a unos tres kilómetros de su casa.—¡¿Tres kilómetros?! —grito histérica—. Eso es bastante lejos. ¿Cómo vamos a andar tanto tiempo con tacones? —pregunto, mirando directamente a Violeta. Mi amiga se había traído todo lo necesario para cambiarse en mi habitación, así ahorrábamos tiempo y no tenía que estar yendo y viniendo.
—No lo sé, no había pensado en eso —se defiende mi amiga.
—Bueno, como ya veo que os venís conmigo, os dejo para que os arregléis y os pongáis guapas —dice poniéndose en pie—. Os espero en una hora en la puerta de la residencia.
—¡Aún no hemos dicho que sí! —grita Violeta, viendo cómo Río se larga sin decir nada más, solo agita la mano en forma de despedida al oír las palabras de la pelinegra.
—Vamos con Río —digo sin darle tiempo a decir algo más. Ella se gira hacia mí con las cejas fruncidas.
—¿Estás loca? No pienso subir a la casa de ese. A saber lo que nos podemos encontrar —dice mi amiga, imaginándose lo peor—. Seguro que tienen armas y drogas o cosas peores.
—¿Qué puede ser peor que eso? —me río divertida por su actitud—. Debes superar ese miedo absurdo que has desarrollado con este pobre chico. Yo creo que le estás subestimando.
—No lo creo. Hasta que no vea con mis propios ojos que no es como creo que es, no puedo dejar de hacerme ideas disparatadas —dice recogiendo sus cosas—. ¿Vamos? —pregunta levantándose de su asiento, dejándome confirmar que ha accedido a ir con Río.
—Vamos —digo levantándome.
![](https://img.wattpad.com/cover/189714146-288-k565191.jpg)
ESTÁS LEYENDO
MI SALVAVIDAS
Teen FictionAmaia siempre ha sido una chica tímida, cohibida y desplazada. Debido a su carácter ha tenido innumerables problemas a la hora de hacer amigos. Decepción tras decepción le ha hecho pensar que el problema lo tiene ella, y que su vida nunca cambiará...