CAPITULO 9

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Bajo rápidamente las escaleras y entro en el baño donde habíamos estado antes. Me miro en el espejo limpiándome el resto de lágrimas y maquillaje. Decido que ya he tenido suficiente noche por hoy, así que bajo a buscar a Violeta para poder largarnos de aquí. Aun me encuentro algo mareada, pero no en el estado en el que estaba hace unos momentos; el susto me ha bajado todo el alcohol que tenía encima.


Al pasar por los sofás, me encuentro con Aitor, quien tiene encima de sus brazos a Leticia, la cual le está besando el cuello. Nuestras miradas se encuentran, pero rápidamente retiro la mía y me dirijo hacia el jardín, con la esperanza de encontrar a Violeta allí. Observo con asombro cómo a estas horas de la noche aún hay gente dentro de la piscina. El agua debe de estar congelada. Busco con la mirada a mi amiga, pero no la encuentro por ningún lado. ¿Dónde se habrá metido? Saco mi teléfono del bolsillo y marco su número; se escuchan cinco pitidos hasta que la línea se corta. No me lo ha cogido. Pruebo a hacer lo mismo con Río, rogando que se encuentre con ella, pero obtengo el mismo resultado de hace apenas unos segundos. Frustrada, le dejo a Violeta un mensaje en el contestador, pidiéndole que me llame en cuanto escuche el mensaje.

Con un suspiro de derrota, opto por sentarme en el bordillo de la piscina, lo bastante alejada del resto de personas que se encuentran allí. Observo mi reflejo en el agua mientras pienso en la conversación que había tenido hace unos minutos con Aitor. Estoy cabreada con él, realmente cabreada por no ayudarme a que las cosas sean diferentes. Entiendo su postura, y que no tiene por qué aguantar las chorradas de alguien a quien no conoce, pero tampoco estoy de acuerdo con su actitud. Había muchas maneras de decirme que tuviera cuidado, de advertirme. Me molesta en lo más profundo de mi ser que le haya resultado tan fácil leerme, saber cosas que ni yo misma me atrevo a decir en voz alta. Soy insegura, despistada e ignorante, pero todo el mundo lo es en un principio. Y solo me queda aprender de estas situaciones, además realmente me gusta esto. Me gusta salir con amigos, venir a fiestas, bailar, pasarlo bien e incluso jugar a juegos tan ridículos como 'verdad o reto'. Por apenas unas horas he dejado de pensar qué decir, cómo actuar e incluso cuándo reír; he sido yo por primera vez en mucho tiempo. Y quiero seguir sintiéndome así, por eso no entiendo su seguridad al decir que no encajo, porque sé que la verdad es que no encajo en ningún otro lado.

-Hey, ¿Qué haces aquí sola? –me pregunta una voz sacándome de mis turbios pensamientos.


-Hola Oscar –saludo con una sonrisa –Pues estaba buscando a Violeta y a Río, pero no los encuentro por ningún lado –digo haciéndole hueco permitiéndole que se siente a mi lado.


-Me parece haberles visto hace un rato –dice con la mirada pensativa –salieron con la moto si no me equivoco.


-¿Con la moto? –pregunto temiéndome lo peor. Me pongo en pie y me dirijo al lugar donde habían dejado los chicos las motos. Para mi mala suerte, observo con impotencia que la moto de Río no está en su lugar. –No me lo puedo creer –murmuro para mí misma.


-¿Qué ocurre?, ¿Es algo malo? –pregunta Oscar mirándome desde atrás.


-No, es solo que había venido con Violeta y ahora creo que me va a tocar irme sola.- digo mirando mi teléfono móvil para descubrir que tengo un audio de mi amiga."Amaia, Río me está llevando a casa. El alcohol me ha sentado realmente mal... he insistido en ir a buscarte, pero no te hemos encontrado por ningún lado. De todas formas Río me ha prometido que él se encargará de llevarte a casa. Ya te contaré todo mañana. Lo siento amiga, mañana hablamos" Y tras esto el audio se corta. Lanzo un suspiro de derrota, me preocupa que mi amiga se haya ido porque se encontraba mal pero es lo mejor que podía haber hecho. Lo único en lo que pienso ahora es en cómo volver a la residencia.


-Violeta está bien –digo al percatarme de que Oscar que mira expectante –se ha ido a casa porque el alcohol no le ha sentado muy bien.


-Eso es un alivio –dice a la vez que se saca un cigarrillo y se lo coloca entre los labios.


-¿Sabes dónde está la parada de autobús más cercana para volver a la universidad? –pregunto tras verle encender el cigarro.


-Tienes que bajar todo el camino de tierra que hay en el lado derecho –dice, indicándolo con la mano –pero es aproximadamente una hora larga y a paso ligero, lo que podría ser un problema con esos tacones –dice señalándome los pies.


-Llegaré, llegaré –digo con una sonrisa de autoestima. La falta que me hace. -¿Y cuál es el bus más cercano que pasa a esta hora? –pregunto, mirándome el reloj que indica las cuatro y media de la madrugada.


-¿A esta hora? –pregunta, mirando la hora en su pantalla de móvil –el último bus nocturno pasó a las tres de la mañana, ahora hay que esperar hasta las seis y media.


-¡¿Hasta las seis y media?! –Grito incrédula, viendo cómo todo mi plan se va al garete. -¿Y ahora qué hago? –pregunto, sentándome en el suelo.


-Divertirte –me sonríe Oscar, agachándose de cuclillas a mi lado –Estás en una fiesta, ¿recuerdas?


-Ya he tenido suficiente fiesta por hoy –digo, levantándome del suelo helado –voy a ir a coger el abrigo y me voy a ir yendo; de todas formas, tardaré tiempo en llegar, así que me vendrá bien caminar para despejar la mente.


-¿Cómo te vas a ir sola? Ahora mismo está demasiado oscuro y no hay nadie; más tarde irán más personas y podrás irte con ellos –dice, intentando convencerme, pero la verdad es que esa idea me gusta aún menos. Yo y el término "socializar" nunca nos hemos llevado muy bien.


-La verdad es que lo prefiero así –digo, con una sonrisa sincera.


-¿Nos volveremos a ver? –pregunta, en último recurso.


-Supongo que sí –digo, sin saber mucho más qué decir, nunca me he encontrado en una situación parecida; es algo raro.


-Me alegra saberlo –dice, antes de acercarse para depositar un beso en mi mejilla –hasta otra entonces –se despide, desapareciendo entre la multitud – miro extrañada cómo se aleja, impresionada por la acción que acaba de realizar. ¿Será que está interesado en mí?


Borro esos pensamientos de mi mente y me dirijo a la sala principal a recoger mi abrigo que había dejado colgado en una de las perchas. Una vez abrigada, me acerco a la puerta con la intención de salir por ella; sin embargo, un cuerpo se detiene frente a mí, impidiéndome la salida.



MI SALVAVIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora