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Mi alarma sonó, y con eso apareció mi mal humor. Me levanté de una y calcé mis zapatillas de casa, arrastrando los pies por el suelo.

Bajando a la otra planta, me hice un café y me quedé viendo cómo los grumos desaparecían. Me encontraba rara, no tenía ninguna motivación y eso era realmente raro en mí.

Sorbiendo lo poco que quedaba de lo amargo en el vaso, me planteé si ir o no al instituto. Hacía mucho que no iba, y sumándole la expulsión... Decidí ir.

Así que subiendo de nuevo me vestí y me preparé mentalmente para la tortura semanal, añadiendo que tenía que ver a Sergio.

***

-- ¡Hola! -- saludó Claudia animada, como de costumbre, y arrastró la silla de mi lado.

Había llegado pronto, y aunque antes lo odiaba, hoy me resultó agradable disfrutar de la soledad del aula. Lo necesitaba.

-- Hola -- arrastré pesadamente, acomodando mi pelo en un moño.

-- ¿Estás bien? -- preguntó examinando mi cara.

No.

-- Sí, ¿Por qué no? -- fijé mi mirada en ella tras vagar con mis ojos a través del pupitre.

-- Hum... No sé -- volvió a mirarme fijamente.

Claudia, no sé con otros, pero conmigo no funciona eso de decir la verdad.

Nos quedamos en un silencio incómodo, pero no para mí, pues aunque estaba presente mi cabeza se sumergió a fondo en mis pensamientos.

Si Sergio no viniera me ahorraría problemas.

-- ¡Ah, sí! ¿Te acuerdas del vídeo de ayer? Tuve que limpiar yo la piscina -- aparecieron por la puerta mis compañeros.

Hablando del Rey de Roma.

-- Hola -- saludó Tarifa con una sonrisa a Claudia, revolviéndola el pelo.

Yo solo me limité a balancear mi cabeza a modo de saludo, para continuar con mi viaje al centro de mis emociones.

Al poco tiempo apareció Lara.

Cuánto tiempo, vieja amiga.

-- Tremendo skere tiene en la cabeza -- susurré malhumorada.

En realidad nada de su relación me incumbía, pero era inevitable pensarlo.

-- ¿Qué? -- saltó Claudia, que hablaba con los chicos mientras yo raspaba con mis uñas la mesa.

-- Nada --.

***

-- En serio. No está bien, lleva así todo el día. -- Oí susurrar a Claudia.

-- Tal vez sea po --

-- No, no es así nunca. -- cortó mi amiga a Daniel, murmurando también.

Sergio y yo íbamos callados. No sé qué pensaría él, pero yo solo quería encajarle un puñetazo.

-- Os estoy oyendo -- dije cansada de oírlos hablar de mí.

Rápidamente, saqué las llaves de mi taquilla y me dirigí a ésta. No me interesaban sus porqués.

-- Oye, esto... ¿Podemos hablar? -- apareció Sergio detrás de mi casillero.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Porque me lo pasé maldiciendo a todos y todo.

-- Ja -- carcajeé sarcástica. -- Lo siento, no hablo con desconocidos -- mencioné su 'no somos amigos' ridículo.

Salí hacia la salida, ya que era hora de irse, y le intenté dejar atrás. Avanzando a un ritmo rápido me alcanzó. Bufé, lista para escuchar cualquier mierda.

-- Solo quería pedirte perdón. -- dijo al ponerse a mi lado.

Vi que Daniel y Claudia estaban tras una esquina, por lo que supuse que le habían obligado a pedirme disculpas.

Sentí mi sangre hervir. Pero me relajé al instante. ¿Cómo así que me daba igual?

-- Vale, está bien -- me encogí de hombros, bajando las escaleras.

-- Así... -- se rascó la nuca nervioso. -- ¿Así de fácil? -- preguntó dudoso.

-- Sí. -- contesté sin emociones.

Quería enfadarme, quería que me importase, pero solo me daba igual todo.

-- Ahora, alguien te está esperando, pasadlo bien -- observé a la chica sobre la que me habló Daniel, Sara.

Ella es realmente guapa.

Su pelo rubio despeinado combinaba con sus ojos azules y sus rosados labios. Su camisa caía libremente por su hombro, de una manera sensual, resaltando sus curvas.

Sí, lo es.

Saqué mi vista de ella antes de que se diera cuenta y desvíe mi camino a la izquierda, bajando la calle hacia mi casa. Y sintiéndome la mayor mierda del mundo.

***

-- Ya he llegado -- avisé a la nada, sacándome las zapatillas.

Bueno, a la nada no, estaba el perro.

-- Hola preciosa -- murmuré rascándole el lomo.

Al menos parecía importarle a alguien.

Levantándome del suelo, le puse lo necesario en su cuenco y miré el calendario.

La quedaba una semana antes de volver con mi tía.

Hice una mueca y llamé para que trajeran una pizza mientras revisaba mis mensajes.

Ninguno de Claudia, ninguno de Daniel, ninguno de mis padres, y menos de Sergio.

Sí, se notaba lo tan preocupados que estaban por saber lo que me pasaba que ni se dieron cuenta de que me fui.

El timbre sonó y fui a abrir. Al menos dejaba de atormentarme con ideas absurdas.

-- Hola -- saludó un chico de mi edad.

-- Hola -- contesté mirándole.

Él llevaba el uniforme de la empresa, pero de su bolsillo asomaba un paquete de tabaco.

-- Aquí tienes -- le di el dinero, a punto de cerrar la puerta.

Por su parte, metió parte del pie para que no pudiera cerrarla.

-- ¿Qué haces? -- pregunté abriendo la puerta del todo, antes de que la rompiera.

-- No sé, vi que los mirabas -- sacó sus cigarros y los balanceó en el aire. -- ¿Quieres?

No le conoces de nada.

-- Sí. -- acepté.

Era mejor que quedarse sola.
Y sin duda era mejor que Sergio.

⚔⚔⚔

¡Volví! Estaré más activa porque ya casi he acabado los exámenes, así que estad atentos.

Por otra parte, he participado en el hashtag wattys 2019 (creo que se llama así lol) pero no sé lo que son. Sí, he participado sin leerme nada, ¿alguien me lo explica? Creo que es un concurso pero no sé ni si se vota ni si hay premios ni nada (#noob).

Bueno, gracias por leer y estar tras la pantalla una vez más.

Os amo. ❤

Mi Más Bonita Casualidad || ShooterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora