Cap.8. Un rastro maldito

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Invadido por un sentimiento de desesperación, también estaba agotado, a pesar de estar rodeado de gente normal, temía seguir en aquel infierno, ya no sabía en qué creer. Desesperadamente regresó a su hogar, y en cuanto llegó sintió una pizca de alivio, tomó asiento en su sala donde esa misma mañana fue interrogado, El ambiente era silencioso, Respiraba despacio para tratar de calmarse, pero lo abrumaba el miedo y preocupación, e innumerables pensamientos lo están atormentando, buscando resolver una tarea imposible.

—¿Cómo voy a sacar a Miguel? el simple contacto es peligroso, además de que parecen rechazar todo tipo de ayuda o sugerencia, ¿es siquiera posible llevarlo a la salida?

Finalmente Santi comprendió qué no conoce una solución. también recordó esa experiencia que jamás olvidará.

—Aquel tipo era tan terco.

Refiriéndose al primer sujeto qué le causó problemas.

—Mientras más trataba de razonar con el más terco se volvía.

Sintiendo miedo y arrepentimiento al verlo morir, Pero inmediatamente reflexiono con sus manos en su cabeza.

—Ellos... Todos ellos son fantasmas... ¿Son almas condenadas?

Siendo invadido por más miedo, duda y decepción. Apretó su mano.

—¿Qué es lo que quiero salvar? He pensado en las razones del padre Miguel. él solo quería un mundo mejor.

Suspirando nostálgico.

—¿Y si esa es la solución? —pero dudo. —¿de verdad será capaz de verlo? ya no estás aquí. Y en ese lugar parece que el tiempo no avanza.

Tratando de animarse se dijo así mismo alzando la mirada.

—Si yo logré salir, ¡él también lo hará!

Pero como un golpe qué frena sus esperanzas escucho.

—No es lo mismo cuando estás muerto.

Dijo Will, su tono era serio, pero a Santi le parecía como si solo quisiera destruir sus esperanzas.

—¿Qué intentas? nada volverá a ser como antes. Olvídalo. Concéntrate en el presente, todo lo demás ya está perdido.

Santi no sabía qué responder, simplemente dejó de pensar, no contestó y se fue a dormir ya que estaba agotado. Aun así no podía dormir, buscaba desesperadamente una solución. Finalmente lo dominó el cansancio.

En un lugar lejano retumbó un fuerte pensamiento.

—Viejo tonto.

Al día siguiente, al salir el sol, aunque el despertador aún no había sonado, Santi ya estaba despierto.

—Hoy debo trabajar, me pregunto qué me dirán.

pero pensándolo detalladamente

—Ya no me importa nada.

Se preparó para trabajar cerciorándose de no olvidar nada, salió de su departamento, dirigiéndose al café donde desayunaba con frecuencia, y en cuanto ingresó, Mari lo reconoció y se alegró de forma notable.

—¡Buenos días! Estuviste ausente varios días, me estaba preocupando por ti.

Santi no quería hablar por lo que trato de concluir el tema rápidamente. S.

—Estuve muy ocupado, pero ya está todo bien.

Con una expresión despreocupada pero fingida.

—Me alegra verte de nuevo,

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