Cap.11. Un oscuro misterio

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En una zona distante, existe un pueblo alejado de la modernidad, donde solo los mayores arraigan un profundo temor, de algo qué la gran mayoría ignora, todas las noches un grupo de ancianas se reúne, temerosas de lo qué acecha en lo desconocido, reuniendo sus fuerzas ruegan protección, pero al mismo tiempo están desesperanzadas, por qué ellas son las últimas de esta sucesión, ya nadie joven cree en los mayores, pero aun así no se rendirán, por qué saben qué hay más de lo qué los ojos pueden ver, y qué esa cosa no es buena.

—Los jóvenes entenderán cuando ya nadie los proteja.

Cierto día, la gente notó qué algo había desaparecido, les habían robado. La comunidad es pequeña, así qué todos se conocen, por lo qué de inmediato supieron qué ninguno del grupo era culpable, en solo una noche, había desaparecido más de la mitad del ganado, el pequeño pueblo tembló, ya qué eso era la ruina total, pero ellas calmaron a todos, ellas clamaron, rogaron por ayuda, pero no a las autoridades qué nada pudieron hacer, si no al cielo al qué creían, y un día, llegó, un desconocido apareció, alto y con ropa negra.

No era normal la presencia de extraños en un pueblo tan retirado. Todos temblaron ante su mirada, pero en ese momento a todos los invadió una idea.

—¡Agárrenlo! ¡Ha sido el!

Gritaron con furia y temor, pero, ante la mirada atónita de todos los jóvenes, las ancianas dijeron.

—El cielo nos escuchó, y no será por las buenas. ¡Escóndanse! qué nadie salga de casa.

Ya qué no había luz eléctrica, apenas el sol se ocultaba, las ancianas siembre ordenaban no salir, se hacía ver el atardecer, con tan poca actividad parecía un pueblo abandonado. Mientras una voz en la oscuridad hacía eco.

—Debiste irte cuando podías, desperdiciaste tu vida.

Siendo Respondida por una voz tenas.

—No me cansaré de repetirlo, jamás abandonaré lo que amo.

Él permanecía sentado sobre piedras y ladrillos de adoquín, hierbas y matas de árboles lo cubrían, el suelo era empedrado pero muy desgastado. Él esperó tranquilamente, y tan pronto como veía cerca el atardecer, detectó algo inusual con sus amplios sentidos. Era un animal, pero no se movía como tal, además de qué era más grande qué un toro. Se levantó lentamente y comenzó a caminar como si recorriera el pueblo. A lo lejos divisó a la criatura, le pareció extraño.

—No pudiste elegir algo mejor.

Y en ese momento crítico, fue interrumpido.

—¡Will! Necesito tu ayuda.

Esto lo tomó por sorpresa haciéndole fruncir el ceño. Por una ventana entreabierta una anciana se mantiene vigilando todo, podía ver a Will, notando qué algo grande se aproximaba, parecía un cerdo monstruosamente grande, si alguien viera eso jamás pensaría en un cerdo. Emitía un espantoso chillido. Aquella anciana al ver a Will tan descuidado desesperadamente gritó.

—¡Will Detrás de ti!

Y en un instante, sin siquiera dirigir la mirada a aquella bestia, Will movió su mano y el cerdo se deshizo soltando un grito ahogado, como si hubiera disipado neblina. A la anciana le pareció tan absurdo qué casi se rio incrédula, y llena de alivio hablo mentalmente.

—No has cambiado nada.

Después de todo lo pasado con el hombre, Santi no tuvo más remedio que retirarse, fue a cambiarse, vistiendo su uniforme de paramédico, listo para trabajar, en esa mañana había informado qué ya se sentía mejor, qué ya podía continuar, pero sin embargo sonaron las alarmas, pero no podía ver a su grupo por ninguna parte, era la hora correcta, pero un poco de tiempo después fue llamado por una enfermera, quien le pidió que fuese con el jefe de los paramédicos.

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