Cap.17. Despedida.

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Iniciando el día con el canto de los gallos, Santi recordó esa pequeña habitación, el ambiente era tranquilo y silencioso, aun estaba cansado y adolorido, sin embargo faltaba poco tiempo para qué comenzara la jornada, viendo su estado decidió tratar de recuperarse un poco más, en ese escaso tiempo reviso si ya no tenía moretones o heridas graves. Pero también debido a su último afrontamiento una idea pasó por su mente.

—¿Debería irme? ¿Debería renunciar primero? ¿O simplemente debería desaparecer?

Santi tenía la sensación de qué ya no era necesario, él no estaba cómodo con esa idea, así que decidió quedarse un poco más de tiempo. Él no estaba seguro de cómo deberían terminar las cosas. Dejando eso de lado trató de levantarse dándose cuenta de qué estaba muy adolorido, como cuando te ves forzado a hacer trabajo pesado, y al día siguiente no puedes moverte. Y eso exactamente fue lo qué le pasó el día anterior.

—¿Cómo soluciono esto?

Parecía qué la sanación no funcionaba correctamente con esa clase de dolor, o tal vez era porque Santi no veía ese dolor como algo grave. Con gran esfuerzo logró levantarse, también noto que tenía algunos moretones más pequeños, concentrándose usó su poder para recuperarse, lo cual funcionó parcialmente, pero el seguir insistiendo le terminó causando dolor de cabeza, Santi suspiro. Luego de eso se cambió la ropa sucia para ir a la cabaña.

Entró disimuladamente aunque sufría con solo caminar, sus lentos pasos hacían rechinar el suelo de madera, y en cuanto llegó a la cocina Janet ya estaba en lo suyo, la mesa estaba repleta de platos esperando a servir, no se veía al jefe por ninguna parte, esto tranquilizo un poco a Santi, ya que el solo quería desayunar tranquilamente, sin embargo por la puerta de la cocina entró José con su hijo, y había alguien más qué no reconoció, una mujer, pero viendo que venía de la mano con el joven marco, dedujo que probablemente era la madre del niño.

Tanto Santi como Janet se sorprendieron, Janet habló muy alegremente.

—¡Hola Carmelita! —abrazando tanto a la mujer como al niño. —De haber sabido qué vendría toda la familia habría hecho algo especial.

Carmelita se veía muy feliz, Santi saludó a distancia, estaba sentado, difícilmente podía levantarse sin qué los demás notaran qué algo andaba mal.

—Buenos días. —Dijo José con un tono más animado.

Sin darse cuenta el niño se acercó saludando muy animado, pero no dijo ninguna palabra. de pronto José habló.

—Vente Marco. —viéndolo seriamente a los ojos. —ya qué está tu mamá, vas a tener qué trabajar, ya no te vas a ir a pasear.

El pequeño marco mostró la cara molesta de un niño.

—No, Yo no voy a hacer nada.

De alguna forma, esto le hizo gracia a todos, José lo había dicho en broma.

Luego de una pequeña charla entre Janet y Carmelita todo el grupo tomó asiento para desayunar. Entre una de esas platicas Santi supo qué José y carmelita estaban casados, llevaban trabajando en la granja desde muy jóvenes, así fue como se conocieron. Generaciones enteras han trabajado en la granja.

Conforme el desayuno avanzó, él se movía lo menos posible, trataba de ocultar su dolor. La comida que Janet había hecho eran gorditas de maíz, rellenas de nopal cocido. Mientras todos comían, Santi entrevió como el pequeño marco le quitaba disimuladamente el relleno de nopal a las gorditas antes de comer, esto lo hizo reír un poco.

—Así son los niños —Pensó.

Al ver el grupo reunido de alguna forma se alegró, le parecía una tontería, pero en verdad, algo qué podría llamar buenos recuerdos en el futuro. Sin embargo, también se sentía distante y preocupado, como tener un vacío constante en el estómago, que no te deja vivir. recordando aquella extraña visión de un mundo en tinieblas, le hacía saber qué esa vida no era para él, además de qué Santi creía que la granja de ahora y adelante estará bien.

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