Cap.24. El gran verdugo

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Todo era confusión, el veía y oía con gran dificultad, se movía a cuestas, pero alguien le estaba ayudando a caminar, eso no le preocupó, solo quería recuperarse, pero ese entorno maldito se lo impedía, no podía medir el paso del tiempo, hasta qué en cierto momento escucho la voz de una multitud, incluidos niños pequeños, sin embargo ya no pudo soportar más y cayó inconsciente.

En un momento, S. estaba una vez mas en aquella oscuridad, pero no era ese lugar tranquilo qué tanto añoraba, en su lugar, estaba en medio de una corriente de humo negro, qué se oía como una alarmante fuga de gas. No podía moverse de ninguna forma, comenzando a inquietarse, como si el lugar fuese muy pequeño y claustrofóbico. Además podía escuchar otro extraño sonido, era como si algún líquido espeso estuviera hirviendo, muy desesperado pidió ayuda, pero nadie lo escuchó. De alguna forma comenzó a perder toda su fuerza, sin embargo, invocó su símbolo y gritó con todas sus fuerzas, cambiando el ambiente, pero de inmediato se dio cuenta, había llamado la atención de alguien, no, era más, podía sentir la mirada de centenares de personas, las cuales estaban furiosas y buscaban venganza, estos comenzaron a acercarse, y en un segundo él estaba rodeado, ante esto, el sabía que no tenía forma de escapar, pero ya había decidido luchar por todo hasta el final.

En un momento, Santi abrió los ojos, y por una pequeña ventana pudo ver la selva, estaba lloviendo, él estaba dentro de una especie de cabaña, por un momento creyó que estaba en el pueblo de Oliva.

Se levantó, pero sintió un intenso dolor, se percató que tenía un venda en la cabeza, también había un fuerte olor a hierbas, aquella habitación tenía ropa colgada y hierbas medicinales, en un momento se dio cuenta que no estaba solo. A su lado, noto qué un niño lo veía tranquilamente, callado y con la mirada fija.

Santi se quedó callado, muy confundido, entonces el niño saludó despreocupadamente.

—Hola, ¿Cómo está?

Y en cuanto el niño habló, se pudo escuchar el sonido de una silla rechinando, y rápidamente alguien entró a la pequeña habitación, ambos cruzaron la mirada, el sujeto tenía un arma en la mano, Santi estaba precavido, pero no percibió malas intenciones. Aquel hombre estuvo callado varios segundos antes de hablar.

—¿Quién eres? ¿Por qué estabas en ese lugar?

El hombre se veía muy desesperado, quería una respuesta contundente, Santi noto qué había más gente, detrás de él había una mujer, qué se asomó ocultándose con la puerta, también había una niña pequeña. En ese momento Santi recapacito, con la mano en la cabeza.

—No lo sé.

Aquel hombre estaba muy preocupado, Tenía un arma dorada en su temblorosa mano. Santi percibió cierto poder en aquel objeto, aquel sujeto estaba dispuesto a usar el arma como amenaza, pero en un momento, la mujer puso su mano encima, calmándolo, aquel hombre guardó el arma.

—Iré a preparar algo de té.

Dijo la mujer, retrocediendo junto a los niños. Aquel hombre veía fijamente a Santi, el sujeto sólo transmitía miedo y preocupación. Mientras qué S. a esas alturas no parecía estar preocupado. Aquel ambiente corrupto se había debilitado. Entonces invocó su símbolo, buscando curar sus molestias, aquel hombre noto algo en el entorno, mostrando una cara de sorpresa y desconcierto, como la de alguien arrepentido.

Santi se concentró en recuperarse, y mientras tanto aquel hombre preguntó.

—¿Puedes moverte?

Muy seguro Santi le afirmó, entonces el hombre lo guio fuera de la habitación. Ahora estaban en una pequeña sala, donde la mitad del suelo era tierra, cubierto por una especie de alfombra de planta tejida, aquella mujer los vio con sorpresa, pero no dijo nada, estaba a lado de una estufa portátil, mientras sostenía un fajo de hierba seca con pequeñas flores amarillas, echando todo sobre una olla de agua.

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