Parte 2: Cotidiano

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KELLAN




A las seis en punto de la mañana sonó la alarma de mi teléfono, con ese asqueroso vibrador que retumbaba de una desagradable manera sobre la madera del mueble junto a la cama. Extendí el brazo y apagué la alarma, posponiéndola al menos durante diez minutos cuando la segunda alarma comenzaba a fastidiarme.

—¡Arriba, mi bebé! — Sí, mi padre Stephan era mi segunda alarma.

—No quiero ir... Me siento mal. — Dije como todas las mañanas, pero era ya una técnica que no funcionaba, no al menos hasta que la mano de papá se posaba en mi frente y comprobaba que no tenía fiebre. Entonces seguía la segunda fase: — ¡Es dolor de estómago!

—Sí, cómo no. Te quiero listo en veinte minutos, Kellan. No me hagas llamar a Peter. — Gruñí por su asquerosa táctica. Y es que papá Peter sí que era más severo cuando de la escuela se trataba.

Mi nombre es Kellan Revens. Tengo dieciséis años y estudio mi penúltimo año en la preparatoria. Si hay algo en el mundo que me cuesta hacer es levantarme temprano, sobre todo para ir a la escuela, lugar poco agradable y que odiaba.

Si me toca hablar sobre mi vida sería bastante peculiar. Seguramente ya les parecerá extraño que haya mencionado a dos padres y a ninguna figura femenina en casa, ¿No? Pues bien, la cuestión es la siguiente: Soy hijo de Melody. Según las fotografías era una mujer muy bonita y a la cual me parecía bastante, mis rasgos son muy similares a los suyos, aunque Peter insiste en que personalidad y tono de piel soy igual a él, cosa que no puedo debatir del todo, pues mi madre murió cuando yo tenía apenas tres meses de nacido, producto de una infección post parto que tardaron en detectar.

Ahora bien, seguramente la segunda pregunta que se hacen es por qué vivo con dos hombres a los que llamo papá. Eso es porque Peter Revens, mi padre biológico, donó sus espermios a mi madre, quien fue su amiga desde la preparatoria hasta el día de su muerte. Papá dice que mamá era una mujer liberal, ella no quería compromisos, decía que los hombres eran demasiado complicados como para tener que lidiar con uno, estaba acostumbrada a su vida individual, sin rendirle cuentas a nadie desde que se había mudado a vivir sola en el departamento que me acobijó los primeros días de vida.

Supongo que la historia hasta ahí es comprensible, pero hay otro punto que nos queda fuera: Stephan Parker. Él y Peter han sido pareja por más de veinte años, de hecho, mi madre era muy buena amiga de Stephan también, ella confiaba plenamente en ambos y por eso buscó en ellos aquel sueño que deseaba cumplir desde pequeña: Ser madre. Según lo que mis padres me cuentan, no fue nada sencillo tomar la decisión. No es que desconfiaran del rumbo que podría tomar Melody con un bebé en su vientre, pues confiaban en su palabra y en el hecho de que no les prohibiría ver al pequeño o les exigiría una pensión de alimentos. Sino por el hecho de que tenían miedo de que una decisión como esa de alguna manera arruinara la relación que habían estado estableciendo por años.

En fin, el punto es que decidieron ayudar a Melody, y luego de dos intentos fallidos, la tercera inseminación fue la afortunada, la que me concibió con los "pececitos" de Peter.

—¡KELLAN REVENS, TE QUEDAN CUATRO MINUTOS PARA BAJAR! — Gritó Stephan desde abajo, justo cuando salía del baño con el cuerpo húmedo, comenzando a secarme para ponerme el uniforme escolar; al menos ya era viernes, mañana dormiría hasta entrada la tarde.

—Ya voy, ya voy. — Dije aún con el sueño encima.

¿En qué iba? Ah, sí. Luego de pasadas unas semanas de mi nacimiento, mi madre comenzó a sufrir pequeños desvanecimientos a los que no tomó en cuenta, además de que convencía a mis padres de que todo era normal, que sus defensas bajaban al amamantarme y que se pasaría con los días. Cosa que claramente no pasó.

No lo nieguesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora