Parte 19: Decepciones

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KELLAN





—¡Por Dios! ¿Te metiste en una pelea? — Fueron las primeras palabras de papá Stephan cuando me vio en la escuela.

El director había decidido hablar con mis padres de inmediato, luego de eso decidiría qué tipo de sanción me daría a mí.

—Papá... Estoy bien. — Dije frunciendo un poco el ceño cuando me tomó del rostro, viendo la herida de mi labio. — Estoy metido en un lío. — Le dije antes de que entrara a la oficina, él me miró preocupado y, antes de que pudiese decirme algo, la secretaria del director lo hizo pasar y me tuve que quedar esperando afuera.

No quería ni pensar con la cara que saldría, me daban ganas de llorar solo con imaginar lo decepcionados que estarían de mí.

Alrededor de una hora fue lo que tardó papá hablando con el director. La primera clase llegaba a su término y con el timbre que anunciaba el receso, los alumnos comenzaban a salir de las aulas llenando los pasillos lentamente. Suspiré, llevándome las manos al rostro mientras apoyaba los codos sobre mis muslos. No tenía ganas de escuchar los chismes de pasillo en los que seguramente estaría metido por un tiempo, mucho menos tenía ganas de ver esas miradas cargadas de reproche encima.

Quería encerrarme en casa, nada más que eso.

Unos segundos más tarde papá posó su mano en mi hombro y me hizo un gesto para que me pusiera de pie.

—Nos vamos. — Dijo en voz baja, me paré de inmediato y lo miré detenidamente, tenía los ojos acuosos y no hubo momento en mi vida que me hubiese detestado tanto como en esos segundos que me sostuvo la mirada. — Peter va camino a casa. — Finalizó dándome la espalda y caminando hasta el vehículo estacionado fuera, por lo que lo seguí rápidamente.

En un vistazo hacia el pasillo, distinguí a Geremy mirándome detenidamente, pero no fui capaz de sostenerle la mirada. Era demasiado.

El viaje hacia casa fue incómodamente silencioso. Mi corazón se aceleró cuando noté el auto de papá Peter en la entrada, entre ambos seguramente me regañarían mucho más de lo que había hecho el director, y estaba seguro de que aquello me dolería mucho más que viniendo de cualquier otra persona.

Había luchado siempre por ser el orgullo de mis padres, por hacerles la vida más sencilla después de todo lo que tuvieron que aguantar por mi culpa, los prejuicios y las situaciones difíciles.

Mis padres se besaron a modo de saludo y me indicaron que esperara en la sala mientras ellos conversaban. Tardaron al menos media hora en hacerlo, solo podía distinguir los murmullos pues el ruido de la televisión no me permitía escuchar claramente lo que decían, pero no era difícil adivinar que papá Stephan le estaba contando todo lo sucedido, y seguro papá Peter estaría hecho una furia conmigo ahora mismo.

Mi piel se erizó cuando la voz grave de mi padre llamó mi nombre, sin dudarlo me puse de pie y caminé hasta su despacho donde ellos habían estado conversando, entrando lentamente como un cerdo a punto de ir al matadero.

—Te has salvado de una suspensión gracias a los ruegos de tu padre. — Dijo Peter apenas entré, y me quedé parado en mitad del despacho con el labio inferior entre mis dientes, mirándolo completamente nervioso. — No sé si sentirme decepcionado por tu actitud o preocupado por la educación que te hemos dado tu padre y yo, ¿En qué estabas pensando, Kellan?

Tragué duro al oírlo, justamente lo que más me temía estaba escuchándolo justo en ese momento.

—Preferiría que ninguna... — Murmuré bajito, bajando la mirada hasta mis pies, completamente desecho por mi propia actitud. — De verdad lo siento.

No lo nieguesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora