Parte 21: Canciones

53 3 0
                                    


KELLAN





Como lo suponía, papá Peter estaba fuera de la escuela cuando salí esa jornada. Estaba sudoroso y cansado cuando me subí al vehículo, había exagerado con el entrenamiento en atletismo esa tarde y sumando a eso el hecho de que aún estaba adolorido por los golpes recibidos, mi cuerpo parecía a punto de un colapso.

Papá me saludó secamente, yo suspiré y respondí desganado. No sabía cómo arreglar nuestra situación porque en primer lugar no creía que mereciera su perdón después de lo que dije, aun cuando el hecho de que mis padres me estuviesen tratando con frialdad me estuviera matando lentamente por dentro.

—Ve a ducharte, Stephan está por llegar así que prepararé la cena mientras tanto. — Me dijo papá al estacionar fuera de casa. Simplemente asentí, y con la mochila colgando de mi hombro subí las escaleras hasta mi cuarto, tirando la mochila sobre la cama y sacando una toalla limpia para meterme al baño.

Me relajé al menos veinte minutos sobre la ducha. Me miré el torso y tenía un feo hematoma que se ponía más oscuro con cada hora, pues en uno de los golpes que me tiró al piso, había caído de mala forma y con mi registro de mala suerte y ser susceptible a lesionarme, mi piel no había recibido aquella caída de muy buena manera, dejándome un gran, colorido y doloroso recuerdo.

Sin ánimos de mayores cosas me puse el pijama luego de la ducha. Bajé al primer piso con una toalla frotando mi cabello, intentando eliminar la humedad de este, sintiendo mi estómago rugir cuando la comida de papá llenó mis fosas nasales.

Olía demasiado bien.

No quería seguir teniendo momentos incómodos con él, es por ese motivo que me senté en el sofá sin dejar de frotar mi cabello, para después dejar la toalla sobre mi cabeza como un velo mientras buscaba algo interesante para ver en la televisión.

Comencé a preguntarme cuánto tiempo duraría esta ley del hielo justificada que mis padres tenían hacia mí. Papá Stephan llegó cerca de media hora después, saludándome de pasada y besando a papá Peter para después subir a su cuarto seguramente a ponerse algo cómodo como le gustaba. Suspiré pesadamente, jamás hubiese imaginado que aquel plan macabro de las fotos iba a terminar de esta manera tan decepcionante, con mis padres ignorándome, una escuela completa hablando de mí y de lo que hice, y el chico que me gusta actuando como si yo no existiera.

El chico que me gusta.

Me llevé un cojín al rostro y ahogué un grito de frustración en él. Seguía siendo todo muy extraño, tenía demasiado miedo con todo esto, sobre todo porque no tenía caso seguir negándome a mí mismo que Geremy llamaba mi atención de una manera que nadie lo hizo antes. Había luchado desde siempre por hacerles ver a todos que no era homosexual solo por tener padres que sí lo eran, me había costado demasiado demostrar que era completamente heterosexual como para que un gigante orejón viniera y me tumbara todos mis ideales al piso.

Es ahí cuando me cuestioné si en verdad importaban tanto esos ideales. La gente hablaría siempre de cualquiera, pues parecía que los chismes alimentaban sus días y en los rumores de pasillo eran los preferidos entre los adolescentes, sin importar quién mierda estuviese involucrado.

Antes de saberse lo de mis padres hablaban de mí por ser el típico chico popular que practicaba deportes. Después fui el rumor por ser hijo de homosexuales y no tener una figura materna presente. Luego de eso fueron mis relaciones. Después me involucraron con Daemon solo por ser mejores amigos. Hablaron de mí cuando quedé último en la lista de exámenes finales, pasando apenas de grado. También se encargaron de alabarme cuando en las competencias salía primero en cada división.

No lo nieguesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora