Parte 12: Añoranza

53 4 0
                                    


KELLAN




Cuando desperté a la mañana siguiente, solo pude distinguir que mi cara dolía horrores hasta con solo pestañear. Sentía ruido en la cocina e imaginé que sería temprano aún para que alguien estuviese en casa, sin embargo, cuando miré la hora en mi teléfono noté que ya eran las once de la mañana.

Extrañado me incorporé lentamente en la cama para evitar los asquerosos mareos matutinos y me puse mis pantuflas de perrito para bajar a la primera planta. Las heridas en mi rostro palpitaban, supuse que debía tomarme el medicamento otra vez para el dolor apaciguara un poco.

—¿Papá? — Llamé consciente de que con aquel apelativo cualquiera de los dos hombres respondería, ventajas de tener dos padres.

—En la cocina, hijo. — Peter llamó desde ese sitio, y cuando entré lo pude ver paseándose de un lado a otro en la cocina con diferentes ingredientes, cortando, friendo e hirviendo en ollas distintas cosas. — ¿Cómo te sientes? Uf... Si te sientes como te ves, debe ser horrible. — Se burló descaradamente, indicándome una de las sillas para que me sentara, cosa que hice de inmediato.

—¿Se ve muy mal? — Pregunté a lo que él asintió, dejando delante de mí un vaso de agua junto a dos pastillas.

—Tómalas, Edward dijo que ayudarían con la inflamación y el dolor.

—Gracias, ¿Qué haces aquí? Mi teléfono no sonó en la mañana, lamento eso. — Dije antes de meterme las píldoras a la boca y tragarlas con un sorbo de agua generoso, poniéndome el frío cristal contra mi mejilla derecha que era la que más dolía.

—Yo apagué tu alarma, y estoy aquí para cuidarte. — Respondió simplemente, siguiendo con lo que hacía antes de que lo interrumpiera.

—¿Y tú trabajo? — Me preocupé, papá Peter no faltaba a su trabajo a menos que fuera algo realmente importante. Lo vi rodar los ojos antes de darse media vuelta y mirarme.

—Kellan... ¿Te has mirado a un espejo? Si no te conociera desde que naciste no te reconocería. Estaba pensando en que te inscribieras en alguna clase de defensa personal, no puede ser que te hayan dejado de este modo.

—Eran cuatro tipos, papá. Y estaba con Daemon, tenía miedo de que le hicieran algo grave a él. — Asintió al oír mi respuesta. — ¿Por qué te quedaste?

—Ya te dije, no puedo dejarte solo, así como estás. Alguna vez también me metí en una pelea y solo quería que alguien hiciera todo por mí. —Respondió. — Además, Stephan quería quedarse, pero están a punto de lanzar la colección de otoño.

—Lo sé, papá comenzará a estar estresado otra vez...

—Se avecina la guerra... — Al decir esto ambos nos echamos a reír, y es que Stephan solía ser alguien muy temperamental. Aunque en la casa solía ser un terrón de azúcar con papá y conmigo, en su trabajo era una historia diferente. Sudaba aquel aire de grandeza y demanda, un liderazgo con el que presumía haber nacido y todos estaban bajo su mandato, el ser principal coordinador de las líneas de lanzamiento le daba aquel poder y respeto en los demás empleados.

Me serví un cuenco con cereales y leche que llevé a la sala para comer frente al televisor. Papá me regañó por tomar un desayuno a la rápida, pero ambos sabíamos que solo papá Stephan disfrutaba de hacer grandes preparaciones tan temprano por la mañana así que al final se dio por vencido. Llegó a los minutos con el maletín de primeros auxilios a mi lado y se dedicó a limpiar mis heridas y quitar los parches de la noche anterior, aplicando pomadas para los hematomas.

No lo nieguesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora