Epílogo

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GEREMY





No había sido fácil tener que acostumbrarnos a este nuevo estilo de vida. Si bien luego del cumpleaños de Kellan entre él y yo las cosas habían vuelto a tomar su curso, fue demasiado difícil sobrevivir a no tenerlo cerca y tener que aceptar que, cuando tenía ganas de verlo, no podía simplemente tomar mi bicicleta y alcanzarlo en su casa o ir a buscarlo a la salida de la facultad. Teníamos que conformamos con alguna videollamada, siempre y cuando ambos tuviésemos el tiempo suficiente para sentarnos frente al computador simplemente a mirarnos las caras y hablar de miles de estupideces por mínimo dos horas.

Por otra parte, tenía que aceptar que el hecho de saber que Tayler seguía viviendo bajo su mismo techo no me había agradado para nada. El chico era simpático y todo, pero no podía borrar de mi mente que había tenido un tipo de relación amorosa con Kellan y suponía que la lejanía me hacía pensar que en cualquier momento ellos podrían volver a tener algo. Pero luego recordaba que era Kellan de quien estábamos hablando, el chico que todas las noches, pese a su cargado horario universitario, se tomaba el tiempo de hacerme una llamada para darme las buenas noches y repetir que me amaba, que el tiempo pasaría rápido.

Y lo fue. Al menos lo comprendí el día en que Peter me llamó para avisarme que él y Stephan pasarían por mí a las diez de la mañana del siguiente día para poder ir por Kellan al aeropuerto.

Se había graduado con calificaciones extraordinarias y gracias a sus ayudantías durante su tiempo de estudiante, la universidad no había dudado en recomendarlo en las universidades de Washington, logrando que mi novio súper inteligente tuviese ahora un trabajo estable como profesor de chicos de distintas ramas, apenas habiendo conseguido su título profesional.

Habíamos logrado viajar hasta Portland para su ceremonia, era algo que no iba a perderme, sobre todo cuando él también se había tomado el tiempo de viajar para la mía. Y aunque había querido traérmelo de vuelta apenas recibió su certificado de titulación, tuve que aguantarme los berrinches al comprender que aún quedaba mucho papeleo que él debía hacer en la universidad para dejar todo en orden, y que yo no podía darme el lujo de faltar más tiempo al trabajo.

Sí. Me había graduado un año antes que Kellan. A diferencia de él, yo había entrado en una especie de crisis existencial, cuestionándome si en realidad era tan bueno para literatura como mis profesores me habían hecho creer durante toda mi vida universitaria, por lo que me di el lujo de pasar un par de meses en un hiatus laboral y estudiantil, al menos hasta que el jefe de carrera de la universidad me sacara de una oreja de la casa de mi hermana, alegando que si no respondía con prontitud a las solicitudes que me habían llegado luego de graduado, las empresas tomarían mi silencio como un desinterés y dejarían de insistir.

Gracias a él ahora estaba trabajando en una empresa literaria que se encargaba de la imprenta de libros. Al comienzo entré como junior, ayudando a compaginar los manuscritos de escritores que poco a poco alcanzaban éxito dentro de Estados Unidos, e incluso fui avanzando hasta hacerme cargo de grandes obras de escritores. Sin embargo, no había sido hasta semanas después de arduo trabajo que mi superior notó mi pasión por lo que hacía, que me ofreció comenzar a escribir columnas en una página web que hablaba sobre críticas a distintos textos, ya sean constructivas o no. Fui poco a poco ganándome fama entre los seguidores cibernéticos, quienes esperaban semanalmente mis columnas añadiendo ingresos a la empresa que dejaban más que contento a mi jefe.

Luego de ello, me había aventurado por crear literatura infantil. Cuentos fantásticos para niños que comenzaron a ser utilizados como lectura en las escuelas, y sin darme cuenta mi nombre ya aparecía en los periódicos y en las revistas de literatura por el "joven y nuevo talento" que surgía de un chico recién graduado.

No lo nieguesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora