Capitulo 10. Por qué.

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Después de llevar el té como le fue solicitado, la joven castaña se quedo sola en la recepción.
Permanecía sentada detrás del escritorio, leyendo y estudiando su libro y le pareció sumamente gracioso el hecho de que el responsable de todo ese trabajo estaba justo en ese momento en el piso de arriba tomando el té con su jefa.
Una risita asomo en su boca mientras subrayaba una cita, interrumpiéndose abruptamente por el sonido de pasos bajando las escaleras...

-------Por favor, no vuelvas a abandonarme tanto tiempo...-----Decía Misha mientras ella y el peliblanco terminaban de bajar las escaleras.------Sabes que esta es tu casa. Puedes venir siempre que te plazca y si quieres asegurarte de que no habrá nadie más, solo llámame o déjame un mensaje, mandare a todos al infierno para que te sientas cómodo.

-------Gracias. -----Expresó el a secas.

-----Por favor, siéntete libre y cómodo, espero que te gusten mis nuevas obras. ----La mujer volvió a dar un beso a cada mejilla del joven hombre. ------Espero verte pronto.-----La mujer mayor camino hasta la pequeña recepción y su empleada la recibió formalmente.------Te dejo linda. Por favor atiéndelo bien, de acuerdo? Se va a quedar un rato más.

Un ligero escalofrío recorrió a Rin por la espalda mientras tragaba pesado de forma involuntaria...

-----Es...está bien señora. -----Acató intentando disimular su nerviosismo.

------Ve que esté cómodo, de acuerdo? Yo te veré a la hora del cierre.

------Entendido señora. Vaya con cuidado.

La mujer agradeció el gesto y acto seguido llamó al ascensor, este apareció casi al instante, entró en el y agitando su mano se despidió por última vez de la joven castaña.

Rin suspiró ligeramente y agacho su cabeza, fingiendo buscar algo en uno de los cajones. Quería mirar en dirección al hombre peliblanco pero al mismo tiempo quería evitarlo por completo.
Finalmente cerró el cajón, tomó un poco de aire y se tranquilizó a sí misma, diciéndose que era solo un visitante más, giró su cabeza ligeramente mientras la alzaba y entonces lo vio...
Estaba de pie frente a una pintura de fondo totalmente negro con la ilustración en color blanco, parecía muy concentrado...

El alivio de ver que él parecía no estarle prestando atención a ella llegó a su pecho dándole tranquilidad y permitiéndole concentrarse en ciertos papeleos que debía hacer...


En verdad intentaba concentrarse en aquella pintura. Ciertamente la encontraba fascinante por algún motivo que desconocía ya que realmente no era su estilo en lo absoluto; la figura masculina de un ángel a punto de besar a una mujer que le rodeaba con sus brazos, era ciertamente algo que el catalogaría como estúpido y nefasto además de aburrido, pero aquella pintura realmente había cautivado su atención. Aun así, le era su,amé te difícil observarla debidamente. No podía ver más allá de la imagen misma, no podía interpretarla ni prestar atención a los detalles, porque esa parte de su atención estaba en otro sitio a sus espaldas.

Desde el segundo en el que entro por el ascensor y vio a la joven castaña parada frente a él, la sensación de que una ola lo había golpeado no lo abandonaba.
No pudo evitar mirarla de forma minuciosa en aquel primer segundo; su profunda mirada que reflejaba sorpresa, su abundante cabellera castaña medió atada con aquella cinta satinada, el femenino vestido azul que le amoldaba tan perfectamente y aquel dulce aroma que desprendía...todo eso lo había observado en los segundos que la tuvo en frente y no había podido quitárselo de la cabeza un solo segundo al grado en que ni siquiera había prestado la más mínima atención a la conversación que había tenido con Misha... No podía recordar una sola de sus palabras, pero cada detalle de la joven castaña lo recordaba perfectamente, pero en si, lo peor no era eso, lo peor es que no podía sacársela de la cabeza ni que parecía estar en todas partes a donde iba, sino que no le molestaba en lo absoluto.
Sesshomaru detestaba convivir con la gente y en general cuando se encontraba a alguien que lo conocía casi le daba nauseas. No lo toleraba. No toleraba los protocolos sociales que lo obligaban a saludar y a sonreír.
Pero algo en ella era distinto. Por alguna razón, haberla encontrado justamente ese día, justamente en ese lugar que justamente decidió visitar después de diez años, no le molestó en lo más mínimo.
Le sorprendió, eso sí. Pero no le frustró. Por el contrario; tenía una sensación extraña, que más bien le parecía un recuerdo lejano. Estaba seguro de haber tenido alguna vez esa sensación tal vez cuando dormía... Esa sensación que se tiene cuando todo está hecho, cuando nada es demasiado incierto, cuando todo está en orden y tienes la seguridad de que seguirá así más tarde...cuando tienes la certeza de que todo está bien. Era una sensación de calma.

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