hana

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— ¿Estás seguro de esto, hijo? — dijo una madre totalmente dudosa de la decisión que tomaría su hijo. La decisión la había tomado desprevenida. 

Esperaba de todo, pero menos eso. Espero que lo haga mejorar.

— Sí, madre. Estoy completamente seguro de esto. — dijo Jimin, un hermoso peligris.

— Hijo... ¿Qué pasa si te sucede algo? No estoy cómoda para nada con esto. — dijo su madre no muy convencida. Un tono de voz que era muy creíble para los oídos de su marido. A pesar de que estuviera en otra sala, no podía confiarse de no ser escuchada.

— Madre, por favor. Quédese tranquila. — dijo el peligris tomando a su madre suavemente de sus hombros. — No estudié psicología por nada, estaré bien. Te lo prometo. — sonrió de forma amena.

— Está bien, hijo. Aunque dentro de ese hospital puede pasar cualquier cosa, pueden haber personas descontroladas. Quien sabe. — la madre tomó las mejillas de su hijo en sus manos. — Piénsalo otra vez, hijo.

— Ya lo pensé y estoy decidido. Será un buen trabajo para empezar. Quizás no era lo que esperaba, pero me agrada. Confía en mi, por favor. — súplica el menor, haciendo suspirar a aquella madre.

— Está bien. Tu ganas. — abrazó a su hijo transmitiendo todo su supuesto amor a través de él. — Por favor, Jimin. Cuídate.

— Lo haré, madre. Cuando tenga tiempo libre vendré a verlos, lo prometo.

— Me parece bien. — dijo con dulzura su madre.

¿Ya te vas hijo? — habló una voz detrás de ellos.

— Así es padre. — dijo el peligris.

— Esperamos una visita de tu parte. — dijo el padre acercándose a su hijo.

— De eso no lo duden. — el peligris abrazo a su padre en forma de despedida. Al separarse, se acercó a su madre para realizar la misma acción. ¿Cómo es que todo puede ser tan fingido, pero a los ojos de los demás es verdadero?. La respuesta es que nadie vive lo de uno. Nadie escucha tus pensamientos ni menos vivencia las acciones cometidas por ti o por tu progenitor o progenitora. — Los voy a extrañar mucho. Los llamaré cuando pueda. — el peligris se dirigió hacia la entrada de la casa en donde se encontraba su maleta lista para partir. Antes de salir, les lanzó un beso a sus padres y se dio la vuelta para irse.

En aquella entrada de la casa, se encontraban ambos padres de aquel peligris que veían como su hijo se marchaba en aquel taxi que había pedido. Al perder de vista el taxi, la madre fue quien mas quedaba pensativa. 

— Tranquila, Sung Mi. Él va a estar bien. — dijo el esposo de ella. — Jimin sabe lo que hace.

— Lo sé, pero no puedo estar segura de que en ese lugar estará bien. — o si tendrá contacto con alguien a su altura.

— ¿Por qué lo dices? — le cuestiona.

— Recuerda que tu hijo estuvo años yendo al psicólogo y que este en un lugar en donde tal vez lo vuelva como antes... — suspiró la mujer. Estaba demasiado pensativa respecto al tema. — No quiero pensar mas en ello. — dijo para adentrarse a la casa y dirigirse al segundo piso en donde su esposo la perdió de vista.

Era casi ilógico para aquella madre que su hijo estudiará psicología a pesar de los trastornos que poseía él mismo, pero para el peligris no era para nada ilógico, ya que la idea de estudiar psicología fue por el simple hecho de entender lo que pasaba por su mente en el tiempo en que tuvo los trastornos, ya que Jimin supo llevar sus trastornos y superarlos. O eso creía él. Cuando le ofrecieron la idea de trabajar en un hospital psiquiátrico, él acepto de inmediato, era una forma perfecta para comenzar. Quería saber que tantos casos podrían haber en aquel hospital.

Mi Pequeño Ángel |Yoonmin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora