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Toda la gente posee un lado malo, cuán diminuto sea, lo tienen. Nadie es un verdadero santo.

Todos tienes esos deseos que nadie conoce, pero que no sacan a la luz por miedo, rechazo o por ser fuera de lo común.

Además, esta esa pregunta rondando en la cabeza... ¿Podré detenerme luego de hacerlo?

Nadie lo sabe. Si uno no lo intenta, no podrá saberlo. A veces es mejor quedarse con la duda.

Igual que todos muestran el mejor lado de su rostro, el que todos desean ver, nunca se muestra el otro lado. ¿Por qué? Porque ese lado puede ser el mismísimo demonio.

¿A qué le tienes miedo, Jimin? A enamorarte de un loco. Sería algo asombroso.

— Maldición, ya cállate. — cada vez la voz se volvió más insistente que las veces anteriores. Las pastillas que consumía para detenerla no eran lo suficiente para hacerlo. Años anteriores funcionaban bastante, aunque le habían mencionado que si no era capaz de mantenerse sereno, las pastillas no serían efectivas. Había que llamar a la calma.

¿Por qué insistes tanto en callarme? ¿Te da miedo que diga la verdad?

— ¿Qué verdad, maldita sea? — nunca fue capaz de entender del todo a aquella voz, nunca quiso prestarle la atención y evitaba a toda costa acoplarse con ella y por eso, nunca coincidían en nada. Así era como lo quería Jimin. 

En serio me sorprende tu estupidez.

— Vete a la mierda.

Lo haría, pero no puedo. No cuando tenemos a la persona perfecta para nosotros.

— ¿A quién? — quiso prestarle atención esta vez — ¿A Yoongi?

¡Bingo! No ves, no costo demasiado ¿o si?

— Estás loco.

Estamos locos, Jimin. Tu y yo somos uno. 

¿No crees que sería perfecto algo entre Yoongi y nosotros?

La combinación de locura perfecta, ¿no?. Podríamos ser algo incontrolable. Tener poder e imponer miedo a los demás. Que fantástico.

— ¡No! Él es mi paciente, no debería pasar nada. — dijo frustrado el peligris — Yo debería intentar ayudarlo para que él mejore. ¡Ese es mi trabajo!

No debería suceder, pero lo anhelas. En lo mas profundo de tu ser, lo deseas. Él nos ayudara a mejorar. Nos ayudaremos.

— ¡Vete de una vez!

Está bien. Me iré, pero solo un momento.

Lo que sucederá más adelante, estará en mis manos.

Se silencio al fin.

Jimin tomó la lámpara que estaba en su mesa de noche y la estrelló contra la pared. Cada vez se frustraba más, no sabe cuánto aguantaría esto y no quería darle la razón a esa estúpida voz. Estaba tan cansado, se recostó en la cama y cerró sus ojos, sin escuchar esa voz y cayó en un profundo sueño.

...

A la mañana siguiente, el peligris se levantó feliz como si lo de anoche no hubiera sucedido. Siempre sucedía, cada vez que escuchaba esa voz al día siguiente todo transcurría normal o en tan solo unos minutos volvía a lo normal. Eran en esos momentos en los que su madre se centraba en sus actitudes. Su hijo tenía momentos de agresividad que asombraba a cualquiera.

Eran esos momentos en donde se acoplaba con la voz en su cabeza, sin darse cuenta.

Su madre no sabía con exactitud lo que le sucedía a Jimin. Después de que su hijo se alejará de ella por unos minutos, luego volvía feliz y le pedía con insistencia que le diera de esas deliciosas galletas que ella misma preparaba. ¿Qué hacía ante eso? La solución perfecta era un psicólogo, en el cual Jimin pasó junto a él desde sus nueve años hasta los quince, ya que hasta esa edad se había mostrado calmado, sin muestra de nada, como si se hubiera curado, pero no era así, solo pudieron dormir la parte de Jimin que no querían ver y él no quería mostrar.

Mi Pequeño Ángel |Yoonmin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora