Podría esperar a que termine la clase para ir a tirar el envoltorio, pero voy ahora. Así, a la vuelta, podré verte el rostro al menos tres segundos.
Estás explicando algo a tus amigas, haciendo tantos gestos con las manos que terminas confundiéndolas un poco. Me sorprende lo expresiva que puedes ser cuando a veces te muestras tan neutral, tan mayor para tu edad.
Eres una combinación inigualable.
Confúndeme a mí uno de estos días, por favor.
No me importa si me llamas Albert o Francis, al menos podré decirte «No, lo siento, ese no es mi nombre», y así descartarías dos de la lista de millones de posibilidades con las que podrían haberme nombrado mis padres y no lo hicieron.
Tengo ganas de que sepas cómo me llamo, pero no puedo ir a interrumpir tu conversación diciendo «Hola, soy Jordano, el chico que te mira todos los días».
Tengo el presentimiento de que tu amiga, la de menor estatura con cara de que se levantó con el pie izquierdo, podría morderme. La otra parece más amigable, menos propensa a separarme un brazo del cuerpo.
¿Tienes amigos varones?
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Siempre todo y nunca nada
Teen FictionMis ojos te persiguen como si fuera un juego, pero ambos sabemos que no lo es.