No caigas en la trampa

Caíste en la trampa...

Así como yo, has caído en su despiadada trampa. Ahora te doy mis condolencias. Espero tú y yo salgamos de esta. Es imposible escapar de sus garras...
Te doy la bienvenida a una historia sin orden alguno, pues solo son los fragmentos borrosos de mi memoria.

Me maldigo por haber sido tan osado con mi bienestar.
Esos ojos oscuros frente a mí, con un atisbo de sospecha,  cercioraban que el depredador no estuviera cerca. Estiraba sus dedos, afinaba sus oídos y de la nada, desaparecía entre la maleza.

Mis muñecas escocen como picaduras de hormigas. El suelo mohoso bajo mi cuerpo me humedece los pies descalzos de heridas abiertas mientras las ramas retorcidas del gran árbol me reconforta de la guarida de la bestia.

A lo lejos, él me observa. Yo lo sabía.

Respondo con una sonrisa de sorna. Era lo único que lograría hacer, pues es la fachada que utilizo para disuadir el profundo miedo que siento.

Su lomo plateado brilla bajo la luna y desaparece entre el follaje cuando mis labios vuelven a ser horizontales. Suspiro de manera sosa, lamentando mi situación.

Estaba harto de llorar, ya la luna me había aguantado mucho el sollozo.

Lo único que podía hacer era contemplar hacia el infinito bosque, con el tronco unido a mi espalda y la hirviente sangre que ahogaba sus gritos entre la hojarasca.

Pues yo caí en su fatídica trampa.