Lágrimas de lobo

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Cada día, el lobo me sorprendía más y más. Mis brazos se habían recuperado y la cueva bajo mis pies se sentía fría por la piedra caliza. El lobo me miraba con sus ojos dorados, recostado sobre una roca. Impasibles y reacios. Me fascinaban.

Había escuchado a las sacerdotisas del pueblo decir que uno de los ingredientes más complejos de conseguir y a la vez más poderosos eran las lágrimas de un lobo. Ahora me preguntaba, que tan poderosas serían las de un libahunt.

Ese nombre me llegó a la cabeza como un resplandor al recordar a la bruja de ojos violetas. Maldije para mis adentros, pues ella quizá ella había sido la causante de tal odisea.

No caigas en la trampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora