De suspiros y begonias

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Otra vez había dejado un pétalo sobre mi pie y un racimo de uvas en mi regazo. Apenas lo sentí mientras dormía. En un inicio me hubiese negado pero el hambre era más fuerte que el orgullo.

En un instante devoré las uvas. Inspecciono el pétalo entre mis dedos. Era de un granate como la sangre.

Jamás entendí esos pequeños regalos. Desde liebres descuartizadas hasta piñas de abeto, todas colocadas en diversas partes de mi cuerpo. Nunca colocaba en el mismo sitio dos veces. La más graciosa fue sin duda la cabeza cercenada de un zorro sobre mi coronilla, mientras la sangre bañaba mi rostro. Despertar con la calidez y viscosidad en el cutis no es algo muy agradable cuando lo piensas dos veces.

No caigas en la trampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora