Capítulo 1

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Abby Bradley

Hermoso siglo XXI en el que vivimos. Una época desarrollada con gran parte de inteligencia y talento, pero también estúpida e inconsciente por otro lado. Donde se pierde la empatía por las cosas que más valen la pena en el mundo. Donde todo se intentan maquillar con humor y burlas.

Este es mi mundo.

Sin embargo, pese a mi odio por la humanidad y la sociedad en sí que nos obliga día a día a ajustarnos a sus jodidas normas, me encuentro caminando por los pasillos del horrible instituto, porque sé que le sacó un beneficio económico. En verdad lucho día a día con las típicas conversaciones vacías y crueles que rodean el lugar.

Seriamente creo que este mundo no es para mí, no es mi lugar.

Mis pies siguen el ritmo perezoso de cada año pasando junto a personas con corazones y almas vacías.

—¡Suicida!—escucho que gritan unas voces a unísono en mi espalda.

Los ignoro creo que es lo mejor que puedo hacer ¡No claro que no! Sacó uno de mis dedos por detrás donde veo a unos chicos burlándose y cotilleando sobre mí, les doy una sonrisa irónica con mis dedos del medio al frente para continuar con mi horrible camino, mientras giro sobre mi propio eje dejándolos para que continúen hablando, obviamente de mí.

Idiotas

Todo el mundo me maltrata de esta forma, me atacan y luego se me acercan y preguntan ¿Estás bien? ¿Por qué eres así? ¿Qué te pasa?

¡Hipócritas son lo que son todos, una bola de hipócritas y falsos!

Mis ojos vuelven a revisar el papel que está en mis manos, con una pésima caligrafía estaba escrito: Aula 30B — Segundo piso — Casillero 55

Ese era mi casillero el que tenía al frente de mis ojos. Metí las llaves nuevas que me dieron hace unas semanas, y golpeó con fuerza el casillero de metal para que se abrirlo, lo hago con dificultad mientras unas cosas cayeron al piso, algunas cosas de mi año anterior.

—¡Mierda! —exclame en voz alta cerrando los ojos para respirar y ponerme a recoger mis cuadernos y mis flores secas que se cayeron.

No puedo comenzar de mejor manera que está, pensé.

—¿Flores secas? —escuche una ronca y rara voz posada en mi espalda.

Me di la vuelta esbozando una sonrisa falsa, para encontrarme ante mis ojos con un chico castaño muy alto. El cual estaba señalando con su dedo al piso donde estaban mis cosas regadas.

—¿Te importa? —escupí de mal humor para rodar los ojos.

—Quiero ayudar ¿Puedo?

¡Vete de una vez!

—¡No, lárgate! —exclamé de mala gana.

—Creo que estás siendo cruel contra quien menos lo merece.

—Ajá —murmuré restándole importancia.

Me di la vuelta para continuar recogiendo mis cosas.

En este mundo es mejor se cruel, que amoroso. Lo valoran más.

Subí mi vista y noté que el chico que se marchaba por los pasillos con su espalda muy relajada. Pero volteaba su cabeza cada nada para dirigir su vista hacia mí, le saqué mis dos dedos del medio con mi boca apretada ante sus miradas, a lo que continuó su camino sin expresión alguna en su rostro.

¿Pero que mira? No hay nada que ver

Baje mi vista para terminar de recoger mis cosas y marcharme al salón de mala gana.

ABBY BRADLEY  ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora