Capítulo 9

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Abby Bradley

A pesar de los innumerables gritos que inundaron mis tímpanos al llegar a casa de parte de mi padre no me importó. Trate no pensar en eso y solo sonreí de forma sincera por la nueva y bonita noche que pase, porque todo lo que había vivido había sido encantador. No podía parar de reír cada vez que recordaba la cara de Matthew cuando estábamos frente a aquel prostíbulo, es un niño tan inocente aún en este mundo de mierda, pobre ingenuo que debe aprender a vivir más.

Mis pies caminaban ligeramente por la cerámica del instituto, todos me miraban más, pero cuando lo hacían le lance varias miradas matadoras e inmediatamente bajaron su vista al piso, era mejor que no me miraran, ni digieran nada, porque si no les iba a dar su merecido a todos.

Entregue rápidamente varios trabajos a unos alumnos brutos, me agradecieron con una falsa sonrisa, pero dándome también lo único que me importaba de ellos que era su dinero, porque sus gracias falsos me los pasaba por el culo.

—Señorita, Abby —escuche que me llamó una extraña voz en mi espalda, cuando me volteé sin importancia me encontré con alguien que no esperaba ver —. Necesito que venga conmigo, por favor.

Era la nueva profesora de orientación. La última vez que la mire fue el día que agarre por los perros a la rubia barata de Cheryl. La mire fijamente sin saber dónde quería llegar esta mujer, hoy tenía su pelo castaño recogido y unos lentes de lectura que no tenía la primera vez que la mire.

Seguro quiere parecer intelectual la idiota está con sus lentes de rata de laboratorio

La acompañe sin decir nada por los pasillos, para ver qué era lo que me quería decir. Espero que no sea sobre ninguna clase de motivación, porque las odio. Así como los libros motivacionales que sirven para el momento pero luego nada más. 

La maestra abrió la puerta de madera de la que era su oficina de orientadora, o eso decía escrito en la puerta. Yo no hacía ni decía nada, solo me limite a quedarme parada jugando con mis pies, la mujer se sentó en una silla giratoria y  me hizo una señal para que me sentara frente a ella, así hice, ella tenía sus ojos puestos en los míos, hasta daba un poco de miedo como me miraba.

—Abby —pronunció y yo la mire fijamente sin expresión —, el comportamiento que tuviste con tu compañera, Cheryl la semana pasada no fue el más adecuado.

Yo enarqué una ceja y mejore mi postura en el asiento, embozando una mueca burlona.

—No me puede negar que le deje esos pelos y sus cachetes muy bonitos —conteste con burla viéndola mal.

—Abby, eso es violencia y la violencia no está bien, esos...

—Si me va a regañar por eso me largo. No me interesa escucharla si es sobre eso —la interrumpí relamiendo mis labios con precisión.

La maestra dio un suspiro de exasperación y acomodo su silla más adelante para quedar más cerca de su escritorio. Yo me burlaba mentalmente de ella porque sí que su nombre hacía referencia a una lucer. Relamí mis labios nuevamente y la mire de forma muy intimidatoria más de lo que ella me miraba a mí con sus lentes de rata.

Muy bien, Abby. Solo quiero ayudarte. No me gusta que nunca te quites ese abrigo, es como si ocultaras...

—No oculto nada —la interrumpí —. Me gusta y punto. Si a usted no le gusta me da igual. Yo soy como soy, siendo como soy. Y si a usted no le gusta lo repito ¡me importa una mierda! Además, usted no se meta haciendo que los estudiantes le importan, porque todos sabemos que no es así, maestrita.

—Me importan —me interrumpió —. Todos me importan. Tú me importas porque eres una niña hermosa. Pero no sé porque siempre estas apagada, triste y vacía.

ABBY BRADLEY  ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora