Abby Bradley
Mis perezosos pies caminan directo a un nuevo encuentro con un traficante, es así cómo consigo mis drogas. En verdad debería agradecerle mentalmente a mi padre porque de él es este dinero, y me lo merezco porque sé que es todo mío, pero también me invade la rabia y las ganas de tirarlo en el baño y ahogarlo, no sé cómo puedo seguir aguantando que me pegue y cachetee como ayer y casi siempre. Hoy tuve que usar mucha base y polvo para cubrir las marcas y lo bueno es que no se nota, odio usar maquillaje pero más trato de odiarlo a él, aunque muy en el fondo no sé si tengo la culpa.
Maldigo mil veces al aire por los tontos pensamientos de tratar de no echarle la culpa, debo concentrarme en mis drogas. En verdad es bastante difícil conseguirlas en las calles de Absiney; una de las ciudades más pobladas y según más prósperas del mundo, pero yo la odio, odio toda la sociedad en sí que nos obliga a ajustarnos a sus jodidas normas y convencionalismos sociales, como si fuéramos sus títeres que pueden manejar a su antojo con sus estúpidas cuerdas invisibles. Malditos son todos.
Doy un suspiro de exasperación y miro varias veces en las calles que están aglomeradas de personas que corren a todos lados para no perder el metro, otras ir a sus trabajos y enfrentar sus nuevos, tediosos y aburridos días, pero siempre mostrando una sonrisa falsa a esos jefes y compañeros que odian, y que cada día desean tirar por las ventanas de los edificios, y así ver caer en mil pedazos sus cuerpos cubiertos de sangre ¡Ja!, que divertido y satisfactorio sería para esas personas lograr su cometido, pero yo necesito ahora lograr el mío.
Aparece imbécil.
Y sí, ahí se encuentra el chico alto con un buzo oscuro y pantalones negros ajustados que me hace señas con su cabeza para que lo siga, hacemos varias veces contacto visual mientras mis pies lo siguen por un oscuro callejón, un callejón que he atravesado por lo mínimo los últimos cinco años, y eso hacen mis pies seguirlo por la oscuridad del lugar.
Llegamos al final del callejón lleno de grandes y horribles ratas, doy varias miradas al piso para no pisar ninguna, me entran nauseas eso animales tan asquerosos.
Él no me dice nada, así es esto, solo basta el contacto visual porque me conoce y sabe que quiero marihuana, anfetaminas y LSD. Compraría más cosas pero es para lo único que me alcanza, porque no me han pagado unos trabajos en el instituto.
Así que sin vacilar sacó el dinero de mi bolso y se lo doy, hace un asentamiento de cabeza con una sonrisa por su venta, no se la devuelvo y me marcho por donde vine esquivando las grandes ratas de Absiney, pero feliz porque tengo con que calmarme y aguantar más a mi padre. Sé que las drogas no me hicieron la adicta que soy hoy en día, siempre ha sido la maldita necesidad de escapar de esta realidad.
[...]
De nuevo mis pies se encuentran en la cerámica del instituto viendo como el sol mañanero se filtra por los grandes ventanales, junto al aire del nuevo día. Hoy tengo una prueba de historia y estudie lo que el profesor mando, todos saben que a pesar de todo lo que me rodea siempre saco buenas notas, aunque eso no me ha salvado de ir varias veces a la dirección porque algunos mis queridos compañeros que tanto odio, me acusan de que saco buenas notas porque me acuesto con los profesores, eso es falso, no tengo la culpa de tener buena memoria y ellos los hacen porque nunca les hago ningún trabajo, los odio, y prefiero ver que reprueben esos niños de papi y mami.
—¡Buenos días, jóvenes! —anuncia con una falsa sonrisa el profesor más odiado y calvo de todo el instituto —. Espero que estén preparados para la prueba. Porque yo estoy preparado para rasparlos a todos.
¡Preparadísima! Y lo digo sin sarcasmo para que quede claro. Qué suspenda a los ignorantes de este salón que nunca estudian.
El profesor Montgomery comienza a distribuir las pruebas en los respectivas mesas de los estudiantes que seguramente sacarán mal, porque nunca estudian siempre están pendientes de otras cosas, aunque para sorpresa de todos menos mías pasan de año, y es muy fácil saber cómo lo hacen, todo con unos billetes y otras mostrando sus vaginas.
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ABBY BRADLEY ©✔
Teen Fiction"Hundida en la desesperación, necesito un momento de salvación" Abby Bradley, es conocida con muchos apodos en su instituto; desde suicida a drogadicta. Todo esto es verdad. Sin embargo, para llegar a estas etiquetas pasó por un verdadero infierno...