Capítulo 5

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Abby Bradley

Mi mirada estaba perdida en el estúpido salón de clases vacío. Quise venirme muy temprano antes de que mi padre se levantara para no tener que escucharlo pelear por cualquier cosa. Anoche de la nada me dio un golpe que hizo estremecer mis entrañas. Por su maldita culpa amanecí con un moretón en mi abdomen y duele un poco, por eso no pude dormir muy bien y también porque no tenía cigarros.

Sin embargo, prefería estar sola sin ningún tipo de compañía. No quiero escuchar desde temprano a mis estúpidos compañeros que solo vienen a criticar, hablar mal de otros, tomarse fotos para su instagram haciendo que estudian y convirtiendo los baños en estudios de fotografía. Todo se ha perdido con el tiempo; los valores, la moral, la dignidad y la vergüenza, todo absolutamente todo. Ya el hombre se encuentra muy vació viviendo por vivir sin más. 

Pensando en todas estas cosas mi cabeza me estaba dando pequeñas zancadas de dolor, era muy probable porque no había desayunado, ni tenía cigarrillos para calmarme. Tragué saliva porque mis manos comenzaban a sudar, las frotaba contra mi pantalón y ladeaba mi cabeza para no pensar en mis cigarros.

Di un largo suspiro relamiendo mis labios con mi vista clavada en a la puerta, ya pronto comenzarán a llegar mis amados compañeros.

Volqué mis ojos cuando noté quien entraba con varios cuadernos en sus manos y una tonta sonrisa muy inocente. Era el chico que tiene por nombre Matthew que entraba muy apresurado, acomodando con una de sus manos la camisa negra que llevaba, su mirada se clavó en mí.

Me dedico una sonrisa pero no se la devolví, porque la baje hasta mi libreta. Sentí su presencia a mi lado, cuando mire de reojo estaba sentado en el pupitre de al lado, alcé mi ceja a su mirada, pero ninguno de los dos dijo nada, nos limitamos a vernos en silencio,  contemplando lo que seguramente eran nuestras facciones o mejor dicho nuestras imperfecciones.

—También me agrada verte, Abby —ironizó con cada palabra hasta completar su frase.

Suspire profundo mordiendo mi labio inferior, mientras lo miraba sin expresión alguna.

—Como que no descansaste. Tienes varias ojeras —me recordó con una mirada cristalina. No quería que me lo digiera yo misma sabía que mis ojos azules tenían unas profundas ojeras por no poder dormir.

Ya estaba acostumbrada a tener insomnio. Lo padecí mucho tiempo cuando tomaba medicamentos para calmar mi depresión. La doctora me decía que eran uno de sus muchos efectos secundarios y eso molestaba.

La mirada de Matthew pedía a gritos que dijera algo, pero mi mente estaba en blanco no sabía que decir, solo me limitaba a verlo profundamente.

De la nada sentí la presencia de alguien muy ruidoso entrando por la puerta, alcé mi mirada para encontrarme algo que me dejó perpleja.

Con una actitud muy varonil una de mis peores pesadillas se aproximaba. Mi mandíbula se tensó porque era Zed. Ya estaba acostumbrada a verlo algunas veces por los pasillos y cafetería donde yo no acostumbraba a acudir.

Comenzó a saludar a Matthew con un abrazo y pequeñas palmadas en su espalda.

¿Eran amigos acaso? Esto no puede ser verdad

Bajé mi mirada nerviosa a mis manos, estaba sintiendo que mi cuerpo sudaba frio; un frio que helaba mis sangre y todas mis venas. De reojo miraba como se decían cosas y actuaban como los mejores amigos, pero no entendía nada, era como si todo se nublaba y sentía como si me estaba elevando con mis oídos tapados.

Suspire muy nerviosa viendo cómo se despedían con sus manos, mi corazón se paró de terror cuando el maldito de Zed me guiño un ojo con una sonrisa traviesa y su mano en su cabello negro.

ABBY BRADLEY  ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora