Capítulo 28

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Genial, con quien tenía menos ganas de ponerme en el trabajo me han puesto

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Genial, con quien tenía menos ganas de ponerme en el trabajo me han puesto. Pero, desgraciadamente, no puedo hacer nada. Así que resoplo y la miro.

―¿Yo mi parte y tú la tuya?―le pregunto haciéndole meditar su respuesta.

―Vale...―dice finalmente.

Me estoy empezando a hartar de esta puta mierda de ser el niño bueno, cuando en verdad no lo soy. Saco fuerzas de flaquezas y decido intentar sonar un poco más amable.

―Si quieres el día antes te llamo por Skype―sugiero, pero no me responde― ¿Lo prefieres así o quedamos?

En realidad paso de quedar con ella, pero todo sea por engatusarla.

―No sé... Quedar es mejor ¿no?―asiento muy a mi pesar.

―Pues hasta mañana―me despido y Alloy suspira.

―Hasta mañana―me levanto y salgo de este aula tan asfixiante.

El sonido de mi teléfono me saca de mis pensamientos. Es Daisy, no he mirado el móvil pero lo sé. Me siento en el coche y leo sus mensajes sonriendo. ¿Casa sola? Voy para allá. Pongo el coche en marcha y salgo del aparcamiento a toda prisa hacia la casa de Daisy. Espero que tenga el coño preparado, porque se lo voy a reventar.

Me dirijo hacia la casa de Daisy, alias, el paraíso. Siempre he creído que Daisy era preciosa y no me equivoco, adoro sus ojos claros, su piel color miel y ese color de pelo tan peculiar que tiene. No estoy enamorado... Dejemos eso claro... Solo es que... No sé. Me parece guapa y punto.

―Hola―me dice con un tono bastante sexual mientras abre la puerta.

Hoy se ha rizado el pelo y lleva una chaqueta negra conjuntada con unos vaqueros cortos. No va muy maquillada, es una de las cosas que me encantan de ella, que no se tapa la cara con esas mierdas.

―Estás... Uff...―contesto yo sonriendo.

―Es ropa un poco antigua, pero todo me queda bien.

Fijándome bien lo único que me haría reír de su look son los calcetines desiguales. En el pie derecho son de rayas moradas y azules y el pie izquierdo de lunares amarillos con el fondo negro. Es Daisy y dice la verdad, todo le queda bien. Pero la prefiero desnuda

―Ya ya, lo sé.

Entro, cierro la puerta con el pie y sonrío sin dejar de mirarla.

―¿Qué me he perdido hoy?―me pregunta sonriendo también.

―Pues... Te han puesto con Derek para un trabajo de Romeo y Julieta, y adivina―se me borra la sonrisa de la cara―. A mi con Alloy y a Rush con Charlotte. En verdad creo que nos espían y nos ponen juntos para joder todo, porque no es normal que nos pongan así.

―¿Con Derek?―también deja de sonreír y asiento. Daisy resopla―. No lo voy a hacer.

―Yo tengo que hacerlo por cojones.

―¿Por?―se recuesta en el sofá y me deja un espacio para que me siente. Lo hago y miro a la nada.

―Mi padre...

―¿Qué pasa con él?―me pregunta y la miro.

―No me puedo permitir el lujo de suspender... Él es complicado, y sabes que quiere que lo haga todo perfecto. Lo odio.― Ella se acurruca a mi lado y le beso la cabeza.

―Bueno... Lo harás bien...―intenta animarme un poco en vano, ante su comentario resoplo.

―Eso espero.

―Eres un bueno Romeo― sonríe un poco. Me río un poco, me conoce perfectamente y sabe que no lo soy.

―Que va, soy todo lo contrario.

―Sí, sí que lo eres―me besa y correspondo sonriendo―. Aunque un poco antipático―bromea.

―Ah ¿sí?

―Seeh―sonríe.

―Ajá―le empiezo a hacer cosquillas y ella se retuerce en el sofá riéndose a carcajadas.

―¡Para!―me chilla Daisy sin parar de reírse y se agarra a mí porque esta a punto de caerse del sofá, pero yo sigo torturándola un poco más―Paaara.

Sonrío, paro y la beso. Toma un poco de aire y corresponde con ganas. La sigo besando igual por un rato hasta que decido sentarla encima mía a horcajadas. Me empieza a quitar la camiseta lentamente pero yo me la quito con rapidez, la tiro al suelo y hago que rodee mi cintura con sus piernas para subirla a su cuarto sin separar mi boca de la suya. Ahora mismo me importa una mierda todo, solo quiero estar con Daisy y disfrutar de este momento.  Me encanta como besa, su forma de tomar un poco de aire en cada beso, los ojos llenos de lujuria con los que me mira. No estoy enamorado, es solo que me encanta.

La tumbo en la cama poniéndome encima y la beso hasta que Daisy me para y me mira.

―Que no juegue a tu juego no significa que no puedas usar tus juguetes.

Esa frase es lo que me faltaba para hace lo que me de la gana con ella, así que me quito el cinturón, le ato las manos al cabecero de la cama y voy a empezar a utilizar mis encantos. 



Sadismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora