Son las nueve de la noche cuando llego al hospital. Charlotte está recostada viendo la tele desde su camilla. Tiene una sonrisa apenas perceptible y el pelo despeinado de no haberse peinado en dos días, pero aún así tiene esa mirada tan suya.
―¿Cómo estás?―la interrumpo muy a mi pesar.
―Un poco mejor―suspira algo cansada borrando su pequeña sonrisa.
―Te he traído una serie por si te aburres un poco―sonrío un poco mientras saco el pendrive de mi bolsillo.
―Gracias―lo coge tímidamente cuando se lo extiendo―. ¿Traes tu libro de Romeo y Julieta?
―No. Lo tengo en casa pero me lo sé de memoria. ¿Por qué?
―Para ensayar... Pero no me lo sé muy bien...
―Pues hagamos una cosa―le propongo―. Si ensayamos la obra un rato vemos la serie juntos.
―Vale―sonríe.
Repetimos el trabajo varias veces hasta que nos sale perfecto y llegamos al final de nuestra parte. El típico beso.
―Y ahora viene el beso―sonrío y ella niega―. En el escenario vas a tener que besarme.
―Lo sé, pero cuando llegue el día lo vemos. Por ahora ensaya con tu armario―dice negándose rotundamente.
Había que intentarlo. Me levanto y pongo la serie en el pequeño televisor de la habitación. Cuando me siento a su lado ella ya se ha acomodado.
―Por cierto... ¿Qué serie es?―me pregunta confundida al ver el título.
Seguro que duda de los gustos de un sádico, pero seguro que le gusta.
―Se llama Stranger Things, seguro que te gusta.
―¿De qué va?―pregunta mirándome.
―Lo sabrás en unos segundos―sonrío.
Paso toda la tarde viendo la serie con ella hasta que decido irme a casa por culpa del sueño. Cuando llego Daisy y John no están en casa, así que me doy un baño largo y ceno con tranquilidad. Entonces John entra en la casa con Daisy en brazos.
―¿Tú no deberías estar en la cama?―me pregunta John como si fuera mi padre.
―Acabo de llegar del hospital―miento.
―Pues venga niño. A la cama, que es tarde―dice dejando a Daisy en el suelo.
―Ya―murmuro y John me mira con el ceño fruncido. Sabe que me pasa algo.
―Ve subiendo Daisy, ahora voy yo.
―¿Seguro?―pregunta ella ajustándose la ropa.
John asiente y ella se va, no sin antes besarlo. John me indica con la cabeza que lo siga hasta que nos sentamos en los escalones del porche del jardín.
―Creo que nadie le hecho daño a Charlotte. Ha sido un simple accidente de tráfico, no un sádico. Escribía un mensaje... Me escribía un mensaje a mí... Iba distraída―digo rompiendo el silencio.
―¿Qué te pasa?
John puede ser un petardo, un hijo de puta, un cabrón o todo lo que quieras, pero es buen amigo. Desde siempre lo ha sido, se preocupa por mí y por Daisy.
―Solo era para decirte que no hay otro sádico, nada más...
―A mí no me mientes... Te conozco demasiado bien para saber si te pasa algo―acto seguido mira al frente y nos quedamos los dos en silencio―. Te gusta ¿verdad?
―La llevé a un parque donde había un puente... Se apoyó en la barandilla y vio los cisnes... No he visto una mirada más viva en la vida.
―¿Y ya no tiene esa mirada?―me pregunta mirándome. Me extraña que no se ría de mí.
―No, tiene miedo.
―¿Quieres salir de todo esto?―frunce el ceño.
―¿A qué te refieres?―lo miro.
―Dejar de de matar gente... De ser un sádico...
―No...
―¿Y cómo vas a hacer que vuelva a tener esa mirada?―pregunta serio mirando al frente. No le hace ninguna gracia nada de esto.
No lo había pensado de esa forma. Si dejo de ser un sádico, ella se fijaría en mí. Solo tendría que actuar como si no lo fuera, como hago siempre, pero siendo más cuidadoso a ser posible.
―No lo sé...
―¿Por qué no te has quedado con ella esta noche?
―Se quedó dormida y desconfía de mí, ya te lo he dicho―suspiro.
―Pues más motivo para quedarte. Créeme, si desconfiara totalmente de ti no se habría quedado dormida. A ver, ¿está sola ahora?
Tampoco lo había visto así. ¿Cómo sabe John tantas cosas de mujeres? Ah, porque está con Daisy.
―Sí, creo que sí.
―Pues ve con ella y duerme allí. Te lo agradecerá―se levanta, se acerca a las flores del jardín y coge una rosa―. Y toma esto.
―Gracias, pero no soy gay―cojo la flor y me río.
―Encima que te ayudo―niega bromeando―. Que desperdicio de mi talento.
―Bueno, ¿y tú y Daisy? ¿cómo vais?
―Muy bien―sonríe un poco.
―Eso ya lo sé―sonrío.
―Es que Daisy es diferente.
―Siempre lo a sido.
―Es tanto mi amiga como mi pareja, y eso ayuda, porque sé que como es como amiga y como pareja―dice y yo asiento―. Me encanta.
―¿Cuál es la diferencia?―pregunto, ya que prácticamente se han gustado siempre, solo que no lo quieren admitir.
―Es, impresionante. Siempre tengo ganas de ayudarla o de protegerla. Si antes la protegía imagínate ahora―sonríe tontamente.
―¿Y ella está contenta?―le pregunto al ver la cara de atontado que pone.
―Espero que sí, porque le he reventado la boca a Dereck por ella.
Me río, no por lo que dice, sino porque las cosas nunca cambian. De pequeños eramos iguales que ahora. Me alegra que nada nos haya cambiado.
―¿Entonces ninguna novedad?―sonrío.
―Está embarazada―me dice serio y yo borro mi sonrisa.
―¿En serio?
Con todas las veces que lo han hecho no me extraña. Raro es que no se haya quedado hasta ahora...
―Sí, tenemos un problema...―dice mirándome muy serio.
―No me lo creo...
―No pensarás lo mismo dentro de nueve meses...
―Te mato como sea verdad, John Smith.
Entonces él empieza a descojonarse de la risa.
―Eres gilipollas―me levanto negando con la cabeza.
―¡Te lo has creído!―se sigue riendo―. Soy el mejor mentiroso―canturrea.
Niego, me despido de él y me largo con mi rosa al hospital de nuevo.
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Sadismo ©
Teen FictionDaisy, John y Rush son amigos desde pequeños y comparten algo en común: son sádicos. Matan por placer. Pero su nuevo año de universidad cambiará sus vidas por completo. ¿Quién dijo que ser sádico o amar fuese fácil? Participa de forma interactiva co...