LUANA 5

339 85 23
                                    

Abro mis ojos. Siento un ligero dolor de cabeza. Por un momento pienso que estoy acostada en mi cama y que todo ha sido un mal sueño. ¿Qué me sucedió? ¿Qué fue aquel ruido? Escucho dos personas discutiendo acaloradamente así que casi por instinto me hago la dormida.

—Sabías que era un riesgo muy grande traerla a este lugar, no necesitábamos otra boca que alimentar —vocifera a quien ya tengo identificado como Max, el cabecilla.

—No podía dejarla sola, ya sabes lo que este lugar les hace a las personas, nadie merece estar sin alguien que lo acompañe — ese era Iago. ¿De qué hablan?

Pasan unos segundos en silencio que se me hacen eternos. Max agrega:

—Te encargarás de cuidarla, si pasa algo ya sabes que es tu responsabilidad. Si se mete en algún problema, la pagan los dos. Las cosas se solucionan fácil: un tiro en la frente y luego incineramos sus cuerpos. Serán menos situaciones inexplicables que afrontar.

—Lo de Cristina ha sido solo una excusa —se me viene la imagen de la cara de la chica con la que había intercambiado unas pocas palabras, que a decir verdad, me hicieron sentir aun más paranoica. Iago parece muy enojado —La tenían en la mira hace mucho tiempo y la mataron para hacerle creer a todos que era culpa de Luana por hablarle, ni siquiera se han dado un tiempo para averiguar si le ha dicho algo importante —me sobresalto al escuchar mi nombre.

—Cierra tu bocota, cualquier que escuche creerá algo que no es, y no querrás causar un motón en mi contra.

—¡No me importa! Están todos dormidos por esta cosa asquerosa que sucede cuando muere alguno de nosotros, ¿Qué pasa si matamos a alguien más y no vuelve a despertar uno de nosotros? Los riesgos son cada vez mayores.

—La estadística no siempre arroja que alguien más muere.

—¡De todos modos no podemos arriesgarnos! ¿Qué pasa si alguno de nosotros no despierta? Sabes cómo funcionan las cosas y en este preciso momento no estamos para perder a nadie —veo a Max alejarse mientras deja a Iago hablando solo.

Cierro mis ojos e intento aminorar el ritmo de mi respiración, aunque los nervios me están traicionando. Alguien se pone de pie junto a mí. Rezo pensando en que no me haya visto escuchando. Se agacha y empieza a zarandearme llamándome por mi nombre con pequeños susurros como para despertarme. Es Iago. Finjo despertarme lentamente.

—Vamos Luana, tenemos que irnos, deprisa —cuando escucho eso, dejo de fingir, sé que algo malo está sucediendo por su tono de voz. Abro los ojos de par en par —levántate, y espérame allí. Fíjate que nadie te vea, solo algunos han despertado, ten cuidado. Volveré con provisiones —me dice mientras señala una maleza marchándose hacia algún lugar.

Estoy desconcertada pero no lo pienso demasiado. Me dirijo hacia donde me ha marcado. La situación no me parece nada buena, de hecho, es muy alarmante. No confío en Iago, pero tampoco tengo los motivos para confiar en Max. Al menos el primero de ellos no me causa escalofríos y necesito salir cuanto antes de aquí para encontrar a mis amigos. A lo sumo, si Iago intenta algo raro, volveré corriendo o gritaré para alarmar a todos y que me rescaten. Seguro eso le molestaría, sino no vendría tan silencioso hacia mi.

Analizo el panorama antes de correr hacia allí. Aun hay cuerpos tendidos en el suelo. Parece que están durmiendo ¿Pero por qué a la intemperie? ¿Qué nos pasó luego de aquel tiro? ¿Estoy loca o escuché algo parecido a una bocina retumbando antes de caer? No recuerdo nada. Aguzo mis oídos. Solo se escuchan las chicharras y las aves. ¿Estaba tan distraída que nunca me di cuenta que ya era nuevamente de día? ¿Cuánto tiempo habré dormido?

Un sol descomunal me da en la nuca. Levanto un poco la cabeza para observar desde mi escondite. No veo a Max por ningún lado. Estoy poniéndome de pie, cuando escucho la voz de alguien dentro de una de las improvisadas carpas hablando con otra persona. Me vuelvo arrojar al suelo. No logro entender qué es lo que dicen pero una de las voces es la de Iago. Rezo porque nadie me haya visto. El tiempo pasa muy lento y se hace interminable. ¿Por qué querrá escapar tan precipitadamente y por qué me busca como su cómplice si hasta ahora viene demostrando un odio profundo hacia mi? Contento, enfadado, ¿Contento?

Me asusto cuando aparece sigilosamente detrás de mi, pero casi doy un grito que alertaría a todos los que aún siguen en su letargo. Miro la camiseta de Iago, antes blanca y manchada de barro, ahora tiene una gigante y otras más pequeñas manchas rojas. Es sangre fresca. Me tapo la boca intentando reprimir un segundo grito. Él se lleva el dedo índice a sus finos labios. Observa constantemente todo a su alrededor. Estoy paralizada del miedo.

—Tuve que hacerlo —me dice mientras lo miro horrorizada y limpia su cuchillo, también con sangre, en el pasto —No me iba a dejar marchar con las provisiones. A fin de cuenta Wiston ha sido uno de mis mejores compañeros aquí, por eso no se ha sorprendido cuando ingresé sigilosamente.

No puedo dar crédito a lo que estoy oyendo. Hace unos días estaba preparando un viaje con mis amigos y ahora, he presenciado dos asesinatos casi seguidos. No quiero ir a la cárcel por cómplice.

—La policía no se enterará —me dice al advertir mi expresión facial. Me tiende una mochila bastante pesada, con provisiones, imagino.

¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hago con un asesino? ¿Me culparán por cómplice? Con todos esos interrogantes y muchos más, decido seguirlo a Iago cuando se dispone a abrir el camino. Mantengo una seria distancia mientras llevo la mochila cargada a la espalda. Espero no haber tomado la peor decisión de mi vida, junto a la de hacer estas vacaciones.

LímiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora