LEON 12

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El viento aquí arriba sí que se hace notar, mis cabellos no dejan de alborotarse y cualquier intento por dejarlos en su lugar para que no me molesten a la vista, es en vano.

La decisión ya está tomada, aunque quizás no con todas las certezas que uno querría tener. Bajamos sentados muy lentamente. Primero extendemos las piernas, luego movemos el trasero hacia ellas flexionando las rodillas. Volvemos a extender las piernas y así sucesivamente.

A medida que bajamos, el tobogán cruje, como si fuera a derrumbarse y no se si volver a subir sería una posibilidad, ya descendimos bastante y aun no vemos el final. De vez en cuando también algún pedazo se triza, pero sin llegar a romperse del todo, seguro por la resequedad del sol. ¿Cómo llega un parque de diversiones al medio de la nada? Las únicas cosas que se me ocurren son tan macabras que decido apartarlas de mi mente al instante.

Si el tobogán llegase a romperse no tengo la seguridad de si sobreviviríamos a la caída, aunque quién dice... Si aun estamos aquí luego del accidente, todo puede ser.

—Aun no veo nada —me dice Grisel luego de varios minutos bajando. Puedo ver algunas gotas de sudor entre la unión de su cabellera y la frente, pero no llegan a caer porque el viento las seca antes.

—Yo tampoco. Tenemos que seguir bajando —trato de animarla a ella, y en el fondo a mi también.

Seguimos a velocidad de hormiga un trayecto más. Por ahora el tobogán no parecería tener demasiadas bifurcaciones, más bien es recto. Todo marchaba en orden, hasta que de repente, Grisel da un paso en falso y comienza a resbalarse.

—¡Leon! ¡Me estoy cayendo y no puedo sostenerme! —me grita desesperada mientras yo me quedo helado en mi posición sin moverme. Tengo que pensar en algo con rapidez—. ¡Auxilio!

Mil ideas pasan por mi mente pero nada en concreto, así que simplemente actúo por instinto. Intento bajar con más velocidad esforzándome por no resbalar también. No lo había notado antes, pero pareciera que se está haciendo de noche. No puedo alcanzarla.

—Aguanta —trato de decirle entre jadeos.

—Leon, no resisto más.

Apenas dice eso comienza a caer pero esta vez, sin poder frenar. No me doy cuenta pero paro en seco en el lugar mientras la veo desaparecer por una curva que toman los conductos.

Escuchar a Grisel gritando mi nombre mientras cae, me devuelve a la realidad y decido bajar lo más rápido posible para lograr alcanzarla pues no me gusta la idea de separarnos.

En un momento, dejo de escucharla y también la pierdo de vista, así que aumento la velocidad de la caída a medida que avanzo. Intento frenarme un poco con los brazos ya que siento que voy demasiado rápido pero no puedo. El plástico quema y raspa todo mi cuerpo pues el tobogán está hecho para funcionar únicamente con agua. Estoy seguro que cuando lo construyeron no pensaron que algún tonto se tiraría así no más. Pero aquí estoy.

Agarro una nueva curva tan fuerte que me doy vuelta y comienzo a caer cabeza hacia abajo. Intento maniobrar para recomponer la postura pero no es posible debido a la rapidez. Estoy tan concentrado en ver cómo se raspa toda mi piel que no advierto a tiempo, cómo los cuatro espacios del tobogán se separan y toman cada uno su camino.

—¡Grisel! —la llamo, pero no obtengo respuestas. ¿Cómo fui tan estúpido? ¿Por qué no fui por su mismo conducto?

El silencio de la no respuesta hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo, ¿y si le había sucedido algo? Hace varios minutos que ya no la escucho y eso me preocupa.

Caigo con un estrepitoso sonido sobre lo que creo que es una pileta o un estanque lleno de agua rancia, o al menos eso es lo que alcanzan a ver mis ojos que estaban abiertos al momento del impacto. No pude anticipar que caería aquí, así que no alcanzo a tomar un bocanada de aire. Siento cómo el oxígeno abandona mis pulmones, mientras un sabor rancio inunda mi boca por el agua que trago. Me hundo tanto que toco fondo con los brazos, noto que tiene mucha profundidad cuando intento salir a la superficie mientras me sacudo y pataleo. 

Cuanto más intento subir, siento que más lejos está la superficie, es como si algo me engullera desde allí abajo. Comienzo a percibir manchas negras en mi visión y de repente se me representa la cara de Rachel atravesada por el pasamanos del autobús. Al instante aparece Luana sonriendo, intercambiándose con la cara de Grisel. No puedo morir. No así de esta forma tan patética.

Cuando me doy cuenta, estoy en la superficie tragando oxígeno a bocanadas gigantes que no logran llenar mis pulmones. Soy un excelente nadador pero no sé que me sucedió allí abajo. Mi corazón late demasiado deprisa. ¿Cómo logré salir?

Ya a salvo, me arrojo al suelo mirando hacia arriba mientras mi pecho sube y baja con rapidez. Estoy todo mojado y no tardo en tiritar del frío. Me arden los codos, brazos y piernas producto de las raspaduras.

Paso mi mano izquierda por mi antebrazo derecho cuando siento un repentino ardor. Toco algo viscoso con los dedos y me sobresalto cuando veo allí alojada en mi extremidad, una sanguijuela.

No tengo solo una, tengo tres.

Cinco.

Nueve.

Quince cuento en total luego de examinar cuidadosa y exhaustivamente todo mi cuerpo. Seguramente el agua es la portadora de miles de asquerosos bichos.

Aun guardo algunos recuerdos de los niños exploradores, así que sé que las sanguijuelas no hacen nada malo, solo es cuestión de esperar a que se llenen de sangre y caigan solas, sino al intentar sacarlas, podrían vomitar en la herida y causarme una infección.

Repaso todos mis conocimientos, aunque podría ser que solo me lo esté imaginando, pero creo recordar que otra opción es despegarlas desde la ventosa. Por suerte no tengo ninguna en algún orificio del cuerpo, si se adhirieran en la oreja o la nariz y comienzan a aumentar su tamaño, no podría sacarlas de allí.

Sin esperar más, lo hago. Las despego una a una.

Ahora no tengo solo un problema, sino dos: encontrar a Grisel y luego a Luana, o... encontrar solo a Luana. No. No puedo comportarme de esta forma.

Siempre vi la seguridad como un aspecto fundamental de mi personalidad, pero en estos momentos no sé qué hacer. ¿Por dónde debo comenzar a buscar a Grisel? Miro hacia el tobogán: una mole imponente visto desde aquí abajo.

No sé cómo aparecimos allí, pero me da vértigo tan solo de ver lo alto que estuvimos. Desde abajo los pequeños huecos que quedan entre las hojas de los árboles te dejan ver con perfección que el tobogán se divide en dos partes, cosa que desde arriba no pudimos observar. La bifurcación que tomó Grisel se va hacia el otro extremo.

Decido hacer lo más sensato, que es rodear la atracción hasta llegar a destino mientras grito el nombre de Grisel. El frío cala en todo mi cuerpo mojado. La poca luz del día que queda ya está por extinguirse del todo. No creo que Luana se encuentre por aquí... aunque caigo en la cuenta que no sé dónde estoy exactamente. Sí, antes tampoco lo sabía, pero ahora ni siquiera sé cuál es la zona en la que estaba el autobús.

Ruego para que Grisel me espere y no salga a buscarme por el lado contrario del que estoy yendo, aunque para ser sincero, solo deseo que esté viva.

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Tema aparte, quería compartir con ustedes este hermoso dibujo que hizo una lectora del libro y que realmente ME ENCANTÓ

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Tema aparte, quería compartir con ustedes este hermoso dibujo que hizo una lectora del libro y que realmente ME ENCANTÓ. Estas cosas me ponen muy feliz y me animan a seguir escribiendo. Sentí que tenía que compartirlo por acá. Gracias RaquelChavez9 <3


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