LUANA 9

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Un hormigueo incipiente bastante fuerte me indica que un calambre se está extendiendo por la totalidad de mi pierna derecha. El peso completo de mi cuerpo está atrapándola. Intento moverla, pero no puedo. La situación me hace acordar a cuando estaba en mi cama y dormía boca arriba con los brazos detrás de la cabeza. Cuando despertaba, a uno de los brazos se le pasaba el calambre primero, y este intentaba socorrer al otro, que caía como gelatina cuando lo soltaba en el aire en un intento nulo por hacerlo despertar.

De repente, me doy cuenta que no son solo las piernas, todo mi cuerpo también esta adormecido. Quiero socorrer a mis piernas con mis brazos, pero no puedo. Recién ahí noto que estoy atada con una cuerda por detrás.

Estoy en el suelo atada a una especie de columna de madera. Miro rápidamente a mi alrededor al recordar de forma repentina cómo fue que llegué hasta allí. Noto que estoy sobre heno seco, y en segundo lugar, me encuentro en una especie de establo abandonado y destruido. ¿De dónde ha salido toda esta construcción? Ya nada me sorprende.

Pero algo más alarmante está frente a mi: tres personas sentadas a unos metros, mirándome fijamente mientras me revuelvo en el suelo tratando de liberarme.

—¿Quién es Leon? —me pregunta uno de los hombres presentes. La tercera persona es una chica. Parece de mi edad más o menos.

—¿Qué dices? ¡Suéltenme! ¿Por qué me tienen atada?

—Lena, desátala —le dice con tranquilidad el mismo hombre a la muchacha de trenzas castañas —Pero si intentas escapar... —sobre su regazo ubica un arma. La que yo tenía.

La chica se acerca lentamente hacia mi. Me mira fijo y profundamente a los ojos mientras se agacha para desatarme. Es como si me estuviese diciendo "mírame".

Quien ahora conozco por Lena, pero bien podría ser Pepita la pistolera, se encuentra dándole la espalda a aquellos hombres. Cuando está lo suficientemente cerca como para que no la escuchen, me susurra algo que solo yo oigo:

—Coopera o te matarán.

Mientras ella vuelve a su lugar, me froto las muñecas donde antes me habían estado apretando las cuerdas. También retraigo las piernas hacia mi pecho, en forma de protección.

—¿Quién es Leon? —vuelve a preguntar. Poso mi mirada en el otro hombre que hasta el momento no ha emitido palabra alguna. Me mira con cara perturbadora. Sin lugar a dudas no debe ser mudo porque eran las caras de ellos dos que había vito antes de que se apagara la antorcha. Y en este momento, maldigo el haberme alejado de Iago.

—¿Leon? —seguro pertenecen a alguna de las bandas enemigas.

—Verás... a veces los humanos tenemos el don de estar en el lugar y el momento menos indicado.

—¿Y...? —ni bien salen las palabras de mi boca, me arrepiento.

—Lo mencionabas en sueños —me dice volviendo a poner la atención en Leon. Se acerca hacia mi y pone la pistola en mi nuca. Mi cuerpo responde con un espasmo. Se acerca a mi cara y me susurra en el oído —Mejor que hables linda, o antes de morir te violará —me amenaza mirando al otro sujeto. Lágrimas de desesperación caen a través de mi rostro. No me atrevo a moverme. Estoy muy enojada —No llores preciosa... —me corre un mechón de pelo de la cara. No puedo dejar de temblar.

Una voz en mi cabeza hace aparición: va y viene advirtiéndome "coopera o te matarán". Estas personas no son buenas. No tienen intenciones positivas. Y yo sigo aquí, sudando como puerco, con un mar de lágrimas y sin poder hablar. No es que no quiera, pues puedo mentir fácilmente y ellos no se enterarían, si no que las palabras no salen de mi boca.

LímiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora