Isabelle se encontraba recostada en su cama mientras miraba el techo iluminado por la luz radiante del sol que acompañaba a un día encantador.Era domingo, afuera estaba lindo y aún así ella estaba sola y sin mucho que hacer. Había terminado los deberes de la semana pues Hermione le había aconsejado que era mejor y así no tendría pendientes; Ron insistía en que eso era de cerebritos y lo mejor era disfrutar de las maravillas del castillo, pero a Isabelle no le quedaba de otra, los únicos amigos que tenía eran ellos y estaban ocupados, nadie más de su curso se acercaba a hablarle, incluso algunos le rehuían cuando la veían en el pasillo. Al principio no le había tomado importancia, incluso le había parecido gracioso, pero era en días como esos en los que le gustaría salir y tomar el sol, días en los que quería algo de compañía.
Había tenido la esperanza de hacer más amigos, amigos de su edad, quería saber qué era lo que sentía conocer a una persona a la que le puedas contar tus secretos, una persona con la que pudiera reír todo el tiempo; quería tener bromas internas en un grupo de amigos, pero las niñas de su habitación incluso habían corrido las camas para estar lo más lejos posible de ella. No iba a decirle a su madre, eso la preocuparía, y según su actitud las últimas semanas, eso era lo que Isabelle menos quería hacer.
De todas formas en casa solía estar sola; casi no salían a menos que fuera de vital importancia, su madre le había dicho que seguiría estudiando en casa como siempre lo había hecho hasta que una tarde mientras Isabelle dibujaba en uno de los lienzos de pintura, su madre, que antes estaba sentada en la sala de estar, entró a su habitación y con desespero empacó todas sus cosas en un movimiento de varita.
-Agarra lo esencial, Izzy -dijo mientras seguía tomando cosas por doquier- regresaremos a Londres.
Nunca había estado en Londres, pero era el lugar donde había crecido su mamá, tampoco conocía a sus tías y mucho menos a sus abuelos, pero cuando ella le dijo que iría a Hogwarts Isabelle se emocionó.
Había escuchado historias de Hogwarts, de lo mágico que era el apoteósico castillo y los amigos que su madre había hecho en el lugar. Ella quería eso también, ella pensó que lo tendría, pero no había contado con que su apellido era conocido entre los magos y no de una forma agradable. No sabía si el asesino estaba realmente emparentado con ella; cada vez que preguntaba, su madre se ponía nerviosa y evadía el tema con una historia de su amigo canuto.
Isabelle suspiró y se levantó de la cama, no tenía nada más que hacer, así que decidió que los amigos de su edad estaban sobrevalorados y la soledad en la que se encontraba en ese momento iba a aprovecharla, se puso los zapatos y salió a merodear el castillo. El primer lugar al que sus pies la llevaron fue al campo de quidditch, apenas el viernes anterior había tenido su primera clase de vuelo y le había encantado, pero no podía agarrar las escobas del almacén por lo que simplemente se quedó bajo las sombras de las gradas sintiendo el aire fresco del lugar.
Se encontraba sentada en el césped, arrancando todo de este a su alrededor, en esos momentos le habría gustado tener a su madre a su lado, ella no era como las demás, sabía escucharla y aunque en ocasiones se pasaba de estirada era también muy divertida.
Soltó un pequeño grito de frustración, solo había salido a aburrirse de la misma manera en la que estaba adentro, al menos el aire fresco pegaba su cara de una manera tan agradable que decidió recostarse en el césped y cerrar los ojos esperando a que el día pase más rápido. Pero algo hizo que su plan se desvaneciera, fue un sonido, fue el sentimiento de presencia de otra criatura; se sintió observada y cuando se sentó y giró la vista para ver qué era lo que le causaba aquello, divisó a un perro. Era grande, mucho más grande que un perro habitual y su pelaje negro algo descuidado le hizo creer que era de la calle y se había perdido.
Se levantó enseguida acercándose lentamente hacia él, el perro tenía una expresión extraña, casi como si fuera humana, la observaba y no apartó su vista de ella hasta que terminó de acercarse con cuidado.
-¿Cómo llegaste aquí, amiguito? -habló como si el animal le fuera a contestar.
Isabelle levantó la mano y la acercó con cautela a su hocico. El perro la veía receloso, sin embargo, le olió la mano y después ella juraba haber visto una expresión de sorpresa en su rostro peludo, comenzó a mover la cola y ella sonrió. Al menos había hecho un amigo en el castillo.
Estuvo el resto de la tarde con él contándole todo lo que había sucedido desde que llegó, iniciando por sus amigos mayores hasta sus dos profesores favoritos que parecían enserio agradarle. Isabelle creía que el perro tenía expresiones muy humanas porque cuando le contó acerca de su falta de amigos a consecuencia de un convicto en fuga que llevaba su nombre, sintió que la veía con pena y tal vez algo de culpabilidad, pero ¿qué culpa podría tener un inocente animal con su mala suerte y su incapacidad de hacer amigos? eso es, ninguna.
-Creo que debo ponerte un nombre -le habló mientras pensativa le acariciaba el lomo y el animal apoyado en su estómago recostado alzó la mirada para verla a los ojos-...Canuto.
El perro comenzó a mover la cola con una expresión de felicidad, Isabelle había acertado en el nombre, agradecía a su madre por contarle de su amigo con nombre de perro porque de otra forma le habría puesto Hocicos o algo parecido.
-Debes tener hambre, Canuto -su pequeña voz era lo único que se escuchaba en el atardecer del campo. El perro soltó un pequeño lloriqueo confirmándolo- no podré meterte al castillo, pero puedo traerte comida.
El perro volvió a llorar alegando que no quería separarse de ella, incluso cuando Isabelle le ordenaba quedarse sentado el perro simplemente la seguía.
-Canuto, no puedo meterte al castillo -se quejó intentando regresarlo en el lugar escondido de las gradas- la profesora McGonagall podría verte y ella me da algo de miedo.
El perro ladró y pareció estar de acuerdo con ella, pensó que por fin se quedaría, pero una vez más la siguió. Rendida, Isabelle observó por todas partes asegurándose de que nadie la veía y de alguna manera logró meter al perro al interior de castillo y él se veía maravillado por eso.
Primero fueron a las cocinas, o eso era la intención aunque canuto parecía querer irse a explorar el lugar; cuando Isabelle se perdió porque no tenía la más mínima idea de dónde estaban las cocinas, el perro pareció darse cuenta y según la conciencia de la pequeña pelirroja, fue atraído por el olor de la deliciosa comida que los elfos preparaban encontrando así su destino. Se sentaron entre dos armaduras asegurándose de que no estaban a la vista de cualquiera que pasara por el lugar y se dispusieron a comer.
-Mi mamá no es una gran cocinera -contaba mientras se metía un bocado a la boca- hacía lo que podía y a veces teníamos que salir a comprar comida porque la quemaba. Mi tía Andy es buena cocinera, ella dice que es porque cuando era pequeña se pasaba mucho tiempo con los elfos de su casa y hasta que llegamos a Londres pude probar la tarta de melaza que ella hizo y me encanta...
El perro se le quedaba viendo mientras comía, como si enserio le prestara atención e Isabelle siguió con su monólogo hasta que el último rayo de luz se ocultó haciéndole preguntarse en dónde pondría a Canuto durante la noche, no quería dejarlo afuera, así que aprovechando que todos se encontraban en la cena se lo llevó a escondidas hasta meterlo a su sala común. La profesora McGonagall la mataría si llegase a enterarse de eso, pero no le quedaba de otra.
Pensó en meterlo a su habitación, pero se había dado cuenta de que era un perro macho; unos días antes, un niño de cuarto año quiso subir a los dormitorios de las chicas y se formó un tobogán impidiéndoselo, Hermione le explicó que era porque los niños tenían prohibido subir ahí, así que Canuto posiblemente tampoco podría y era demasiado pequeña como para cargarlo en brazos. Su solución fue crear una pequeña cama con almohadas de la sala detrás de una de las cortinas y se aseguró de que el perro no se moviera de ahí, se había hecho tarde, así que se despidió con una pequeña sonrisa esperando verlo al día siguiente y subió a dormir.
Aquella noche, Ron Weasley aseguró haberse encontrado con Sirius Black cara a cara y cuando Isabelle bajó con miedo a ser descubierta por meter a un animal a su sala común, Canuto ya no estaba ahí.
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Harry tiene una hermana
FanfictionHARRY TIENE UNA HERMANA |"Yo la di a luz, pero ella no es mi hija. El poder de Lily era excepcional y vio por la vida de su bebé no nacida" James y Lily Potter lo tenían todo: el amor por el otro, una casa acogedora y un precioso niño. Esto cambió c...