5. La compañía

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Las clases continuaron al día siguiente con una extraña normalidad, aunque se podía ver a los alumnos algo temerosos mientras caminaban por los pasillos en camino a sus siguientes clases.

El trío de oro no fue una excepción a la regla, incluso cuando cada año su vida corría peligro no podían evitar sentir aquellos nervios con cada paso que daban en el castillo y el que todo el mundo esté de la misma manera no ayudaba mucho.

Lo único que Harry quería averiguar era la razón por la que ese hombre iba tras él, tal vez por venganza ante la muerte de su amo, tal vez solo por continuar lo que Voldemort no pudo terminar o tal vez por simple diversión y porque su locura se lo permitía. Nadie cuerdo escaparía de Azkaban para irse al lugar más seguro del mundo mágico donde además lo resguardaban los dementores.

Nunca supo si fue el cansancio por no haber dormido bien la noche anterior, su casi locura por querer obtener respuestas o los susurros que escuchaba en cada rincón del pasillo acerca de la pequeña pelirroja, pero fue en cuanto la vio cuando cometió uno de los peores actos de los que jamás se pudo perdonar.

Isabelle iba encogida de hombros escuchando los susurros poco disimulados que cualquiera con una buena capacidad auditiva podría escuchar, esa mañana se había levantado positiva después de la charla con su madre, pero en cuanto los dedos comenzaron a señalarla no pudo evitar recaer de nuevo. Su rostro se iluminó en cuanto vio a sus tres amigos de tercero y se dirigió hacia ellos a paso veloz con tal de ignorar las miradas que la perseguían.

—Hola Harry —saludó al que iba en medio de los tres, pero Isabelle no pudo evitar notar una diferencia en la mirada que el chico de lentes le dirigía y en un intento de no perder la pequeña sonrisa que se había esforzado en formar volteó la mirada hacia Hermione.

—Hola Isabelle —sonrió de manera apresurada— ahora tenemos clase, pero podemos vernos en la cena, ¿si?

La pelirroja asintió notando que incluso Ron desviaba la mirada de ella. El resto de la tarde fue igual y no mejoró hasta que se encontró al profesor Lupin en uno de los pasillos, quien se había dado cuenta de la mirada decaída de la pequeña; aquello no hacía más que romperle el corazón y Remus tenía una diminuta debilidad por ayudar a los desolados, sabía que en ese momento la pequeña Isabelle era una de ellos.

—Profesor Lupin —respondió después de su propio saludo, incluso la voz vivaz que tenía había desaparecido.

—¿Te importaría acompañarme a dar un paseo?—aquello había llamado la atención de la pequeña— me vendría bien la compañía.

Isabelle asintió y así ambos caminaron hasta llegar a los jardines, no había mucha plática de por medio, puesto que Remus se encargaba de organizar sus pensamientos para no decir algo que estuviera fuera de lugar e Isabelle no tenía nada que decir, parecía que sus palabras habían sido robadas de ella y que jamás las recuperaría.

—¿Qué te ha parecido la escuela hasta ahora? —preguntó en un intento de sacarla de posibles pensamientos negativos.

Isabelle se encogió de hombros mientras seguía con la cabeza baja.

—Está bien, supongo.

Remus asintió sin saber cómo guiar aquella conversación, siempre había sido una persona de pocas palabras aunque por alguna razón siempre reconfortaba a todos, sus amigos de la escuela solían decir que aquel era su papel en el grupo, siendo tan reservado siempre decía lo que el otro quería escuchar. Pero había algo en aquella niña que lo ponía nervioso al respecto, tal vez el estar escondiendo un secreto sobre su verdadero origen y que había sido criada por Carina Black era uno de los factores de aquello; si algo era cierto, era que Carina nunca le perdonaría dejar a su pequeña en un estado de ánimo lamentable y ciertamente a Remus tampoco le agradaba la idea.

Harry tiene una hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora